Rioseco celebra un doble ‘bautizo’ literario

Luis Ángel Lobato y Gonzalo Francoblanco presentan sus dos nuevas obras
Participaron Blanca Jiménez y Guillermo Garabito y el músico Fernández Magdaleno

José Ángel Gallego. Fotos: Fernando Fradejas

Un nuevo alumbramiento literario es siempre una buena noticia en Medina de Rioseco. Y la alegría es aún mayor si el nacimiento es doble. Así ocurrió con la presentación de las dos nuevas obras de los escritores Luis Ángel Lobato y Gonzalo Francoblanco, ambos colaboradores de este diario con su sección Cinemaravillas.

El nacimiento de mellizos, que no gemelos (uno es poesía; el otro se enmarca en el género de cuentos), se oficializó este viernes en el salón cultural de EspañaDuero. Actuaron como padrinos los jóvenes escritores Blanca Jiménez y Guillermo Garabito, mientras que el alcalde David Esteban ejerció como maestro de ceremonias. Diego Fernández Magdaleno, Premio Nacional de Música, fue el encargado de amenizar al piano este bautismo literario.

El poeta Luis Ángel Lobato ha concebido un nuevo miembro a su extensa descendencia poética. ‘Unos ojos en la travesía’ llega meses después de que Brillante diera sus primeros pasos. Blanca Jiménez dijo que “la poesía nunca miente, porque es la manifestación más desgarradora, fiel y real que existe”. Calificó al padre de la nueva criatura como “un poeta enérgico, dueño de un lenguaje inteligente y bello”. Dice la madrina de Unos ojos en la travesía que durante su lectura se sintió “culpable y conmovida” al descubrir este “poemario redondo, donde se comprueba que la maestría de Luis Ángel no para de crecer”.

Lobato, quien agradeció a todas las personas que han hecho posible el alumbramiento, leyó algunos poemas de su nueva obra, prologada por Gustavo Martín Garzo, que se divide en dos partes. Tiempos tangenciales y Días Contemporáneos. “Aquella vida/ ya no relumbra en tu rostro/ y la nieve /no tiembla en tus labios/ en esta extraña madrugada”.

Gonzalo Francoblanco, también riosecano –“nacido en el número 6 de las Casas Nuevas”- ha hecho del cuento el género de su nueva obra. ‘Brevísima historia de un asesino pluscuamperfecto’ (también editado en Playa de Ákaba como su ‘hermano’ Unos ojos en la travesía’) se asienta, según su autor, sobre dos pilares: “el de la memoria y la imaginación”. “La memoria no como un lugar donde se depositan como fósiles los recuerdos, sino como presente y futuro; mientras que la imaginación crea la realidad”, dice Francoblanco quien avisa que “Rioseco se ha filtrado en varios de los relatos”.

Por su parte, Guillermo Garabito, columnista, presidente de la Fundación Godofredo Garabito Gregorio y desde este viernes padrino del nuevo ‘vástago’ literario de Gonzalo, reivindicó el género de los cuentos: “una de las raras flores de la literatura”. Aseguró que hoy en día “escribir es una hazaña casi sin ánimo de lucro”. Dijo Garabito que cada relato de Brevísima historia de un asesino pluscuamperfecto’ se concibe como “un certero disparo a las entrañas de lector desde el pasado al futuro”.

Por último, el alcalde de Rioseco, David Esteban, que ofició el bautismo de las dos nuevas criaturas de la literatura riosecana, se felicitó por contar en la localidad con dos escritores “de la calidad” de Lobato y Francoblanco. “Dijo Quevedo que ‘Hay libros cortos que, para entenderlos como se merecen, se necesita una vida muy larga’, es lo que nos ocurre con Luis Ángel; mientras que a Gonzalo le aplicaría otra cita, en este caso de Borges, que dijo que ‘la literatura no es más que un sueño dirigido”, concluyó Esteban.

Música para un bautizo y una despedida
Y como en cualquier ceremonia que se precie, el bautismo de las dos nuevas obras se bañó de música también riosecana, con el magistral concierto de Diego Fernández Magdaleno, amigo de los dos autores y Premio Nacional de Música. Emocionante fue el inicio del recital con la pieza Un modelo de universo, Jóhann Jóhannsson, que dedicó a la religiosa sor Piedad Cuadrado, fallecida a los 51 años este viernes en el convento de Santa Clara. “Para mí un punto nuclear del Universo era ese lugar donde se juntaban jardín, huerto y cementerio en el convento de Santa Clara; por allí tuve la suerte de pasear con Piedad, tras algunas clases de solfeo”. Las ironías del destino hacían que el alumbramiento tuviera en este caso tintes de despedida. Aunque siempre quedará la música y la literatura.

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