Vicente Arribas narra desde Japón las secuelas del terremoto

El dominico riosecano, que lleva en el país nipón 40 años, escribe para este diario los pormenores de la catástrofe que está sufriendo el norte del país

Vicente Arribas, en su última visita a Rioseco. /M.G.M.

El dominico riosecano Vicente Arribas Montes, Catedrático Honoris Causa por la Universidad de Eichi, en Osaka, sigue muy de cerca los trágicos acontecimientos del norte de Japón a pesar de que la catástrofe haya ocurrido a más de mil kilómetros de su casa en las que sintió temblores. Sin embargo, es una distancia corta para sentir muy cerca una tragedia.

Desde Japón, donde lleva viviendo más de 40 años, el riosecano envía a lavozderioseco.com este relato de lo que está ocurriendo: «En Osaka Kobe apenas percibimos el temblor. La noticia me la dieron en una tienda casi dos horas después de haber ocurrido. Luego, ante la línea de televisores desplegada en un centro comercial oí hablar de modo muy similar a cuando ocurrió el terremoto de Kobe. Todos los canales daban la noticia de un seísmo en el norte de la isla Honshu, en la prefectura de Miyagi, a unos 700 km. de Nishinomiya donde vivo y a más de 200 km. al norte de Tokio. La intensidad decían ser de 8.2,  mayor que el que padecimos en Kobe hace 16 años. El tsunami que produjo había devastado partes de la costa. Las víctimas, pocas, entre treinta y cuarenta personas. Eran noticias a las de tres horas de haber ocurrido el terremoto.

Sin embargo, las bajas cifras de damnificados chocaban con las imágenes. En los mapas, las zonas gravemente afectadas, teñidas en rojo, cubrían toda la costa este, hasta las islas de Okinawa. Poco a poco los datos que se van conociendo nos han ido desvelando lo dramático de la situación. El grado de intensidad pasó de 8.2 a 8.4; luego a 8.8 y finalmente a 9, guarismo desconocido en los seísmos de Japón. Las víctimas no son 30 o 40, sino miles o decenas de miles. Aún no se conoce el número total de muertos y desaparecidos. Helicópteros sobrevuelan zonas afectadas a las que todavía no hay acceso. Los cálculos varían y pasarán días hasta que se conozca de modo más o menos definitivo. Tokio, la capital quedó colapsada en el transporte y en parte de la infraestructura. Inmediatamente han empezado a faltar productos de primera necesidad. Escribo estas líneas después de volver de un supermercado donde he ido a comprar lámpara-linternas y pilas de tamaño grande para enviar a Tokio, a Yokohama, donde han impuesto restricciones de luz. Los reactores nucleares de Fukusima que alimentaban de electricidad a la capital se están convirtiendo en un problema de riesgo de contaminación nuclear. Sobre este punto no hay completa claridad. Ocupa en este momento el primer plano de las noticias nacionales e internacionales.

Una imagen amable entre tanta tragedia.

Junto a los daños tasados en cifras cuantitativas, millones o billones, depende de la unidad de moneda utilizada, aparecen los dramas de las familias, personas, lugares donde se asienta el sufrimiento o la frustración. Sin dilación se ha puesto el país a recomponer lo destruido. Todos miran hacia Miyagi, Fukushima, y desde el epicentro de la cultura japonesa, que es la compasión, piensan en la gente que esperando ayuda o impotente en esos momentos ha fallecido en medio del frío y sin recursos. En las conversaciones aflora la palabra KAWAISO: pobres, qué pena.

Una imagen vale por mil palabras. Esta mañana, la televisión japonesa nos presenta a una japonesa sacando una fotografía a un montón de escombros. Dice conteniendo las lágrimas: “ya no tengo lugar a donde regresar. Era mi casa”. Veo por Internet la información detallada que se recibe en España. Las imágenes y videos son suficientemente indicadoras de la fuerza destructora del seísmo, al que siguieron réplicas (YOSHIN) , en esta ocasión más de 200, algunas de ellas de intensidad 6.

En la televisión japonesa aparece la reacción de apoyo por parte de los demás países. Es emocionante ver cómo nos acercamos los hombres en circunstancias de adversidad. El primer ministro japonés ha afirmado que la nación se sobrepondrá a este cataclismo. Sin duda que, al igual que ocurrió con el seísmo de Kobe hace 16 años, este pueblo, sufrido y disciplinado, aunará fuerzas una vez más, frente a lo que parece ser su eterno destino: recomponerse frente a los desastres naturales (en Japón confluyen cuatro placas tectónicas: la Americana, la del Pacífico, la Asiática y la Filipina. Ello explica su historial de temblores continuos y la conciencia del pueblo frente a estos desastres). Determinación no le falta. Las máquinas de desescombro ya están operando Hay empresas que se han trasladado al lugar del desastre para fabricar allí los productos de primera necesidad. Unos 100.000 soldados de las fuerzas de autodefensa están operando a destajo. Se han ofrecido numerosos voluntarios. En fin, el país se ha movilizado con la entereza y coraje de siempre, dejando también entrever escenas tan tiernas como la fotografía que  envió, publicada en el periódico Yomiuri de hoy: un bebé es rescatado tres día después del terremoto.

En definitiva, en esta ocasión el terremoto no nos ha afectado. Los resultados del desastre se desconocen en toda su amplitud. Ya veremos en los próximos días. Y la labor de restauración ya ha comenzado. A todos los que nos habéis interesado y preocupado, un saludo cordial en espera de podernos ver pronto.

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