Un verano de campamento


Teresa Casquete Rodríguez. Historiadora del Arte

Foto campamento

Muchos de los riosecanos que hoy rondan la cuarentena de su vida, tienen entre sus recuerdos infantiles de verano el paso por el campamento que organizaba la parroquia en la localidad leonesa de Renedo de Valderaduey.

Debieron de ser cientos los niños de Rioseco y la comarca (la que aquí firma, por ejemplo) los que vivieron dos inolvidables semanas estivales entre tiendas de campaña, fogatas nocturnas y marchas campestres y fluviales, custodiados siempre por un paciente grupo de monitores de entre los que destacaban Jano y Sor Mila.

Las anécdotas acumuladas durante esa quincena son infinitas, más aún para los que repitieron estancia varios años. La caza del zorro nocturna, las bromas de la última noche, la marcha dentro del río lleno de pozas que sorprendían a los desprevenidos cada dos pasos, la chiquillería disfrazada de indios sioux atacando el pueblo de Renedo con arcos y flechas o alguna caída accidental en la zanja que hacía las veces de letrina, se quedaron grabados para siempre en la mente de todos. Igualmente son imborrables las expediciones al bar de la localidad vecina para dar el parte de guerra a los progenitores desde el teléfono público, y las lecciones que daban los jóvenes riosecanos a los locales -mientras esperaban su turno de llamada- sobre lo importante que era nuestra Semana Santa, lo alta que era la torre de nuestra iglesia principal y lo grande que era todo nuestro pueblo en comparación con el suyo.

El último día un par de autobuses trasladaba a los padres hasta el lugar de autos para recoger a unos desconocidos hijos, transformados por el exceso de sol y aire libre, los kilómetros recorridos, las picaduras de los tábanos y la total libertad a la hora de la elección de la indumentaria diaria.

En la fotografía, que amablemente nos ha cedido Carmen Carretón Hernández, vemos posando a uno de los grupos de chavales que acudió a principios de los 80 a uno de estos campamentos. A punto de regresar a casa, pertrechados con sus mochilas y sacos y con una medalla olímpica colgando del cuello (realizada con una patata cruda) están, entre otros, Vicente y Virginia Alonso Tárrega, Ramón San José Carnero, Carmen y Esther Carretón, Ignacio San José Choya, Marta Sánchez Pascual, Jesús López, Javier Fuertes Busquet, Marta Pedrosa, Ana Alonso (†), Elena Baeza, José Ignacio Sánchez, Dimas Álvarez Martín, Charo Asensio, María José y Esteban Celemín.

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