Un relicario con astillas de la Cruz de Cristo


Cruz relicario con Lignum Crucis
Anónimo
Siglo XVII
Plata sobredorada y cristal de roca (36 x 17cm.).
Procede de la iglesia de Santa Cruz
Museo de San Francisco

Cruz, con la reliquia del Lignum Crucis. Base de pie sobredorada, con monturas convexas, cubiertas de profusa decoración repujada, que se une a la cruz por nudo esférico aplanado, decorado con espejos y coronado por montículo de plata en su color, representado por superficies rugosas sobre la que aparecen figuras como la de la serpiente., et. La cruz de cristal, con remates de plata de querubes y cogollos florales de perfiles irregulares y, en la intersección de los brazos, el relicario de forma oval.

Estas astillas de la Cruz de Cristo provendrían de la que existe el Santo Toribio de Liebana, que Toribio, obispo de Astorga, habría traído de Jerusalén en el siglo V. La tradición cuenta que cuando las tropas musulmanas del Moro Muza amenazaban conquistar Astorga el año 714, los astorganos trasladaron los restos de Santo Toribio a Liébana, juntamente con las reliquias que él había traído de Palestina, con permiso del Patriarca de Jerusalén, donde él era Custodio del Santo Sepulcro. Entre estas reliquias destacaba el «Lignum Crucis»: un fragmento de la cruz de Cristo.

El «Lignum Crucis» se cita por vez primera en el inventario que mandó realizar el Prior del Monasterio de Santo Toribio, en el año 1316, con estas palabras: «et la cruz de plata con el “lignum Domini”».

En el año 1674, debido al deterioro en el que se encontraba el santuario, sus monjes benedictinos acudieron a pedir ayuda a don Juan Gaspar Alonso Enríquez de Cabrera, décimo Almirante de Castilla, que pronto empezó a colaborar en su restauración. De todo ello y con mucho detalle da fe un documento escrito años después en Medina de Rioseco por el escribano del Almirante.

Fue entonces cuando el Almirante pidió al monasterio lebaniego un trozo de la reliquia del Santo Madero. Dada la colaboración prestada, en señal de agradecimiento, se procedió solemnemente a sacar la reliquia del relicario, sin que ocurrieran los casos y sucesos prodigiosos que atemorizaron hace años al abrir tal arca, y de ella separaron tres porciones que el padre abad introdujo bien envueltas en un arca pequeña de madera y que entregó con una carta suya a don Diego de Cosio Bustamente, corregidor de Medina de Rioseco, que se había trasladado hasta allí para recibirla y entregársela al Almirante.

Cuando don Juan Gaspar Alonso Enríquez tuvo en su manos las santas reliquias, a su vez las dividió y las repartió entre los conventos carmelitas masculino y femenino, su esposa e hijos, la iglesia de Santa Cruz, el convento de Valdescopezo y al de Villareal en el reino de Valencia. Todo ello se refleja en los interesantes artículos que el Misionero Claretiano Eugenio Jesús Oterino publicó en le revista de Semana Santa los años 2001 y 2005 con los títulos de Santo Toribio de Liebana en Medina de Rioseco y Lignum Crucis en el Convento de Carmelitas Descalzas, respectivamente.

En el Archivo Provincial se conserva un documento por el sabemos que la reliquia llegó a Rioseco en 1678, y el Almirante Juan Gaspar Enríquez lo certifica en 1679, explicando además que hizo reformar la cruz de cristal que tenía la iglesia de Santa Cruz, añadiendo «un peñasco» de plata sin pulir y una basa redonda. También el Almirante dice que donó una reliquia de santa Plautilla, (supuestamente está por detrás).

El Lignum Crucis se conserva en un relicario que desde el siglo XIV ha experimentado numerosas e importantes restauraciones, reformas y transformaciones. En la Guías del peregrino a Santo Toribio, editada en el año 2000 por el Gobierno de Cantabria, se destaca que la preciosa envoltura o carcasa de plata sobredorada que cubre al sagrado madero fue realizada en un taller de Medina de Rioseco el año 1778.

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