Ni los más viejos del lugar recordaban una Semana Santa tan calurosa como esta. Temperaturas primaverales, casi veraniegas, cielos despejados y un sol radiante está acompañando estos días a las primeras procesiones de la Pasión riosecana.
Tras algo más de una década apurados por las lluvias, con algunas suspensiones, con tallas tapadas por los siempre antiestéticos plásticos, en esta ocasión todo hace indicar que la Semana Santa será fabulosa. Así lo han sido los dos primeros desfiles penitenciales. Si en el Martes Santo, con el Cristo de la Clemencia, la climatología fue benévola, ayer incluso hizo calor. Un hecho que animó a la gente a echarse a la calle para participar en la procesión.
A las siete y media de la tarde, partía el Vía Crucis del Cristo del Amparo de la iglesia de Santa María, acompañado por representantes de todas las cofradías penitenciales. Una a una se fueron recorriendo las catorce estaciones, marcadas con cruces de madera, que recordaban las principales escenas de la Pasión de Cristo.
El momento más emotivo tuvo lugar al amparo de la fachada plateresca de la iglesia de Santiago. Allí el Crucificado protagonizaba el encuentro con la Virgen Dolorosa, que salía del templo para recibir a su Hijo en la calle de la Amargura. El Cristo del Amparo entonces recorría calle de los Lienzos, Plaza Mayor, la Rúa, hasta llegar a la iglesia de Santa María, donde se dio por concluida la procesión con el canto de la Salve.
Imposición del sudario en La Escalera
Tras el Vía Crucis, como viene siendo habitual en los últimos años, la Hermandad del Descendimiento celebró su solemne acto de la puesta del sudario en el paso titular, que desfilará el próximo Viernes Santo. Tras la lectura del Evangelio, se colocó el lienzo en la cruz del paso, que simboliza el momento en que Cristo es descendido tras su muerte por los Santos Varones. Un hermano, Manuel Calvo, glosó el acto con un bonito y emotivo texto en el que recordó algunas experiencias personales y habló del significado que para él tiene esta cofradía.