Tres resucitados del XVII, XVIII y XX


Texto extraído del Catálogo de Passio

La Resurrección de Cristo de Gabriel Franck es la innegable subordinación artística de la España del siglo XVII respecto a la pintura flamenca, y el hecho de que nuestro país fuera en consecuencia su principal mercado europeo en dicha centuria. Las ventajas de este género artístico: pequeño formato, de tipo doméstico, módico precio y temática ajustada a las normas tridenitas determinaron su alta estimación en el ámbito del clero, entre otras clases sociales y motivaron un notable incremento en la demanda de este tipo de obras.

El Cristo Resucitado de Pedro de Ávila de la Iglesia de San Francisco de Ampudia, es obra de sobresaliente factura en la que el artista compone una figura desnuda de bulto que hace destacar sobre los pliegues ondulados y «a cuchillo» del manto. Éste actuando como fondo contribuye a expresar más eficazmente la delicadeza del modelado del cuerpo al contraponerla con el rígido aristado del plegado del manto y el paño de pureza. El notable trabajo de la talla se ve implementado con la magnífica policromía que acentúa de forma eficaz el contraste del cuerpo desnudo sobre un fondo textil.

El Cristo de la Buena nueva de Segundo Gutiérrez Domínguez se caracteriza por el empleo de una amplia y variada gama de maderas tropicales, a veces coloreadas con esencias, ceras y anilinas naturales. Las formas son de una aparente simplicidad, intuitivas, imaginativas, conceptuales, atrevidamente estilizadas, alargadas, incluso distorsionadas, casi desmaterializadas y surrealistas, y no exentas de cierto tinte indigenista. Tal lenguaje expresivo hace a sus obras amables, delicadas, refinadas y les otorga una atrayente calidad plástica y una honda dimensión lírica y espiritual.

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