Toribio pone la banda sonora al poemario de Ignacio San José

Ignacio San José se descubre como poeta y canta al amor en un acto junto a los músicos Pablo Toribio, Gorka Cortijo, Beatriz Pérez y al rapsoda Carlos Pinedo

J.A.G. Fotos: Fernando Fradejas

Hasta ahora era muy conocido por su profesión y especialmente por su faceta política al frente de Izquierda Unida en Medina de Rioseco. Pero desde este domingo, Ignacio San José se ha descubierto como una gran poeta. Lo hizo con la presentación de su poemario en un emotivo acto en el que el compositor riosecano Pablo Toribio puso música al verso de San José.

Bajo el sugerente título de Cantos de amor en Medina de Rioseco, un rapsoda –el actor Carlos Pinedo– recitó algunos de los hermosos poemas de Ignacio San José que giran en torno a una misma temática: el amor. Pablo Toribio, al piano; Gorka Cortijo, al violín; y la soprano riosecana Beatriz Pérez de la Mora hicieron el resto, en un intenso evento que sorprendió a las muchas personas que llenaron el Teatro Principal.

Versos de diversas épocas, San José descubrió su sensibilidad en un poemario que canta al amor, pero que también sufre por la marcha de la amada o en el peor de los casos destapa el dolor del desamor. Lágrimas, Y siempre es ahora, Escondí mis ilusiones, Vida, Para nacer he nacido y Ella -un poema dedicado a sus madre y a su hija- fueron algunas de las composiciones que vieron la luz.

Ignacio San José –muy emocionado- quiso dedicar este poemario a su pueblo y a todos los riosecanos. Incluso en el último de los poemas, recitó algunos versos junto al rapsoda. El otro protagonista fue el también riosecano Pablo Toribio que interpretó hasta nueve obras, de composición propia, acompañando la literatura de San José.

Así sonaron piezas como Balada de la Princesa, A golpe de corazón, Rivera, N&G o No olvides el momento. Toribio además estrenó en Rioseco la canción Luna en Torozos, compuesta hace 18 años y que nunca había sonado en la localidad. La tarde poética y musical tuvo espacio también para rescatar dos obras –Flor de Betania y Miradas– de Miguel Maestro, un músico de mitad del siglo XX casado con una riosecana y que vivió en la ciudad durante más de dos décadas.

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