Todos los relatos del mes de julio en La Voz


Estos son los microcuentos del mes de julio del Concurso No te Enrolles que organiza lavozderioseco.com. En el mes de agosto el concurso se toma un respiro y otorga unas merecidas vacaciones a escritores y lectores, para retomra con fuerza el otoño y encarar los últimos meses del concurso. Recordamos que el certamen tomará el mejor microcuento de cada mes que pasarán a la gran final en diciembre.

Hasta aquí he llegado…
Todo ocurrió muy rápido, de repente un estruendo hizo temblar mi cuerpo, salí corriendo del taller y eché a correr calle arriba.
No me lo podía creer, era él, me acerque al coche empotrado contra la farola y allí estaba, atrapado entre el amasijo de hierros.
– Tranquilo, ¡te ayudaremos a salir!
Oía las sirenas a lo lejos, parecía que nunca iban a llegar…
Agarraba su mano con fuerza, le daba ánimos, pero todo fue inútil.
Sus últimas palabras me llegaron al corazón.
– Cariño, hasta aquí he llegado…
Ahora estoy aquí, en su taller de pintura, donde pasaba tantas y tantas horas con sus pinceles en la mano.
Siempre nos quedará tu legado, y algún día no muy lejano se darán cuenta que no era simplemente un hobby o ni una afición más, era tu autentico trabajo, un trabajo que siempre ocultaste a los demás por miedo a las burlas, pero en el cual eras un maestro.
Kasiopea

El desván del señor Pérez
Soy el señor. Pérez y éste es mi refugio, mi morada, mi lugar de trabajo… entre óleos de paisajes que se venden y obsoletos artilugios de otra época. Guardo mi alcancía en una caja vieja y voy moliendo, como si fuera trigo, en esa rueca primitiva que aparece en primer plano, la mercancía que recojo debajo de las almohadas; con ella fabrico una especie de harina calcárea con la que horneo las galletas de los sueños infantiles. Y me cuesta un buen dinero dedicarme a esto, no se crean, entre viajes e indemnizaciones, sólo que estoy subvencionado por una asociación de padres infinita.
Ya, ya sé que siendo un ratón no se pueden realizar ciertas cosas, por ejemplo usar el molino de trigo para molturar los premolares, por ejemplo ir de casa en casa, buscando en las cabeceras de las camas las piezas dentales desprendidas, o escribir lo que hago, o comentar la fotografía de mi casa con este lujo de detalles… pero esto es un microcuento y tengo licencia literaria.
Bámbola

Sin título
Fernando conocía bien como destilar el rocío. Las gotas que resbalaban de la lucerna de su tejado adquirían, tras el proceso alquímico, los colores que desprendía el horizonte, allí por donde salía el sol. La variedad de tonos y matices en forma de líquido espeso se mezclaba en el molino con las tierras recogidas en el campo formando una pasta que guardaba Fernando en vasijas de barro. Ya solo había que deslizar el pincel por el lienzo utilizando aquellos colores tan puros. Pero había un verde, similar a los fondos turquesas de un acantilado que el había visitado que no conseguía destilar. Esperaba amaneceres ansioso por encontrarlo. Pero no llegaba. De los morados a los amarillos, de los rojos a los ocres, rastreando entre los azules, era un verde que se le escapaba. Y al mismo tiempo se le iba cubriendo con la niebla del olvido aquella mirada de niña que le traspasó tiernamente mientras la besaba. Era su primer beso. Al fondo del cuarto, cubierto por el polvo de las estaciones, estaba aquel cuadro inacabado, desangelado, sin esos destellos verdes a la altura de los ojos.  
Nacho

Retrato
No buscaba nada y fue a parar al lugar donde se detiene el tiempo, donde mueren las historias y congeladas adornan un lienzo de siglos. Entre los estantes carcomidos por las historias que sostenían estaba ella. Aquella que desapareció durante la noche más larga del año se encontraba allí, bella e inerte, dorada por el sol, con la flor que más le gustaba recogiendo unos tímidos cabellos, mirada larga y despierta. Cómo olvidar esos dulces labios y aquellas palabras – no podré volver-  resonaban en su cabeza como los ecos de las vasijas al golpear. “No podré volver” y no volvió, pero se quedó para siempre en este marco gastado y contemplándolo retomó la ilusión de años atrás. Suya para siempre, pensó. Le preguntó a la tendera por el precio: – no está en venta, soy yo-.
Magritte

El retiro
Apenas era un recién llegado en aquel pequeño pueblo de pescadores a orillas del Cantábrico.
Alquiló una cobacha medio abandonada a las afueras del pueblo, cerca del acantilado, un lugar tranquilo en el que instaló su particular taller. Aquel desconocido resultó ser un artista: pintor, alfarero… ofrecía sus obras por un módico precio, principalmente a los turistas.
En el pueblo no se sabía mucho de él. Era un hombre mayor, serio, más bien seco, de carácter adusto, educado pero parco en palabras; limitaba sus visitas al pueblo a las necesarias para realizar algunas compras. No recibía visitas, ni se le conocían amigos, ni mujer alguna. A los más curiosos de la aldea les costaba vivir con esa intriga.
Pasaron los años. Una mañana de otoño el solitario, como le llamaban los lugareños, apareció asesinado en su taller. Fueron muchos los enemigos que se había labrado a lo largo de su vida; una vida equivocada como asesino a sueldo no es una buena cosecha y aunque hacía tiempo que había abandonado ese camino alejándose todo lo que pudo de su mundo e intentando olvidar, su sangriento pasado volvió a buscarlo.
Jimena de Andrín

Recordándote
Era tan guapo, tan apuesto…mi abuelo Teodoro tenía las manos de plata, cuando tocaba un lienzo hacía magia, sus obras cobraban vida, su talento era insuperable, es como si el pincel fuera su más fiel amigo, los dos tenían una comunicación especial; yo me pasaba las horas mirándolo pintar, para mí el verano era ver a mi abuelo pintando en la casa del pueblo.
Ese día vi a mi madre muy triste, incluso llorar, una llamada de teléfono cambió el atardecer, la casa se oscureció, sus loros la empañaron, su llanto tenía un nombre, parkinson, en el fondo él lo sabía solo se lo tenían que confirmar …; seguía siendo entrañable, pero… llegó la depresión, sus manos temblorosas solo pintaban sombras y nubarrones, su curvado cuerpo casi no le dejaba  llegar al lienzo, sus lentos movimientos le limitaban tanto… era como si el tiempo se estuviera paralizando con él.
Han pasado muchos años y ya no está, se fue una tarde, lentamente a la vez que agitado, pero su esencia en esos cuadros y en las tinajas del patio hacen que me acompañe por siempre…..Recordándote….abuelo!!!
Ladywoman

Recuerdos.
‘Bien, tengo que hacer una pincelada más suelta, así no parece natural’. Me relajaba mucho pintar, en especial paisajes.  Miré el resto del estudio. No podía creer que tuviera que vender algunas de las obras de mi abuelo, pero era la única manera de poder conservar el estudio. Intenté apartar este pensamiento de mi mente. Miré mi obra. Estaba acabada. En ella reflejaba una tarde de verano, en la que un señor y una niña pequeña paseaban por un parque. Como le echaba de menos. Menos mal que gracias a la pintura podía recordarle. Cogí el cuadro y lo colgué en la pared. Nada más colgarlo, cerré las ventanas y me fui, pensando en la tarde que acababa de pintar, cuando me iba con mi abuelo a pasear por el parque. Y como decía mi abuelo, poder disfrutar de los recuerdos de la vida es vivir dos veces.
Tica

share on: