La eterna sonrisa de Marieta se apagó. Máxima Silva Martín moría el pasado martes a los 100 años de edad. Aunque la pérdida de cualquier ser querido es siempre triste y dolorosa, es seguro que los hijos de Marieta, Juana, Luis, Jesús, Carmen y Juan Antonio, están, dentro de lo que cabe, alegres por haber tenido la suerte de haber disfrutado de su madre durante tantos años, además hasta casi sus últimos días con una lucidez envidiable para su longeva edad, una salud de hierro y una memoria prodigiosa.
El pasado 12 de septiembre, la buena de Marieta cumplió el siglo de vida en un día en que no se olvidó de asistir a misa en acción de gracias de un regalo que muy pocas personas han tenido la suerte de recibir. Días después, tuvo lugar la celebración con una comida familiar en el Restaurante Los Molinos a la que no faltaron sus cinco hijos, además de sus 15 nietos, 8 bisnietos y resto de la familia. “Nunca he visto un trance tan especial”, expresó con emoción Marieta, quien señaló no conocer a nadie de su familia que hubiese llegado al siglo de vida. Además la veterana riosecana, tuvo el solidario deseo de que otras personas tuvieran la gran suerte de llegar a su edad para poder disfrutar de un regalo tan especial.
Ahora la vela de su vida se apagó después de haber brillado con fuerza y dilatado tiempo como un largo cirio de iglesia, después de haber iluminado a todos los que estuvieron cerca de ella, después de haber dado calor a toda una familia en una vida plena, con alegrías y con penas, pero plena y completa cumpliendo a la perfección su misión. Su luz y su sonrisa permanecerán en el recuerdo de todos.
Es seguro que ahora ya Marieta esté junto a su esposo Jesús. Poco a poco le pondrá al día de los pormenores de Rioseco y de la familia. Le contará, entre miles de cosas, que en breve su nieta Merce aumentará la familia. A toda su familia y amigos, nuestras más sinceras condolencias. Descanse en paz.