

Como ya viene siendo habitual desde hace varios años, representantes de todas las cofradías riosecanas acompañan este Vía Crucis, cargando con el crucificado del siglo XVII y recogiendo cada una de las cruces desnudas que simbolizan las catorce estaciones de la vía dolorosa.
Tras el último día de del triduo, el cortejo abandona la iglesia de Santa María para acercarse, por la calle Mediana, hasta la iglesia de Santiago donde, sin duda, se produce el momento más emotivo de toda la procesión: el encuentro con su Madre, a la que se la entona la Salve.
El desfile penitencial, seguido por muchos fieles, llega hasta la Plaza Mayor y de ahí, por la Rúa porticada, de nuevo a la iglesia de Santa María, donde finaliza este Vía Crucis, que prologa los dos días grandes de la Semana Santa riosecana: Jueves y Viernes Santo. La climatología, a pesar de lo fresco de la tarde-noche, ha respetado y no hay rastro de las temibles lluvias, ni si quiera de algunos nubarrones que puedan incomodar.
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