Menos mal que no se cabrea muchas veces


Miguel García Marbán

Es pequeño, pero cuando se cabrea deja de ser Sequillo. Entonces como si despertara enfurecido de un largo letargo, se envalentona y alza su poderosa y mojada voz para constatar su milenaria presencia, para que los pueblos y gentes ribereños sepan que él está ahí antes que ellos y que seguirá después de que ellos se hayan ido. Con su amenazante y alocada cabeza pegada a la base de los puentes, los más viejos del lugar recordarán cuando hace más de medio siglo era más travieso y sus aguas llegaban hasta la plaza Mayor. En unos días de nuevo se aletargará y volverá a ser Sequillo, a la espera de recordarnos que por sus venas fluye todavía la fuerza de la juventud.

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