
Fue precisamente siendo un adolescente cuando comenzó a pintar en su localidad natal. Macón tuvo recuerdos a muchos compañeros de viaje como “Suki, Diego, Aquilino, Félix, Néstor, Gil, o Chuchi Capa”. Recordó “aquel cuarto en la calle de Santa María” donde se reunían a pintar. No había dinero para comprar tubos de pinturas e improvisaban los colores con pigmentos y aceite de linaza.
Las calles de Rioseco y los paisajes de Tierra de Campos fueron su inspiración. Hoy, cuatro décadas después, le sigue fascinando las rastrojeras, los cielos infinitos o los campos de cereal “que tienen esa luz tan especial”. En su memoria, Marquina, un pintor catalán que le marcó en toda su trayectoria.

Proyectó multitud de trabajos, aunque es difícil apreciar sobre una pantalla las texturas, los colores y los cientos de matices de sus obras. Hizo un repaso de los principales lugares sobre los que ha plantado su caballete, aunque es Tierra de Campos el escenario donde “más disfruto”. Fue explicando la técnica, las anécdotas, los lugares, las composiciones… antes de prometer seguir pintando “porque como me dijo Marquina es lo único que llena los sinsabores de la vida”.
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