Los Reyes Católicos, vecinos de Medina de Rioseco


Teresa Casquete Rodríguez. Historiadora del Arte

En unos números atrás de la sección Leyendas y Curiosidades de este diario, varios lectores hacían un breve repaso de todos los visitantes reales que han pasado por Medina de Rioseco: Isabel II, la infanta Isabel La Chata, los actuales monarcas, Carlos I, Alfonso X… Pero en aquel listado olvidamos a dos de los reyes más importantes de la historia de España, los Reyes Católicos, que no sólo visitaron Rioseco, sino que residieron en nuestra ciudad durante algún tiempo.

Corrían entonces los turbulentos años 70, en el siglo XV… y decimos que turbulentos, porque el reino de Castilla estaba inmerso en un gran lío sucesorio, que acabó dando paso a una nueva guerra civil. El rey Enrique IV, tenía por única heredera a su hija Juana, la Beltraneja, apodada así porque todo el mundo pensaba que el verdadero padre de la princesa era el noble Don Beltrán de la Cueva. Pero ante las continuas infidelidades probadas por parte de su esposa, el propio monarca reconoció en un tratado a su hermanastra Isabel como heredera en 1468. Se intentó entonces buscar un marido para la princesa, pero ella por su cuenta, decidió casarse en secreto en Valladolid, con el príncipe Fernando de Aragón. El matrimonio no fue del agrado de Enrique y por ello, decidió revocar el acuerdo y nombrar de nuevo como Princesa de Asturias a su presunta hija Juana.

Los nobles se dividieron entonces en dos bandos, los que apoyaban a Enrique IV y los que apoyaban a Isabel y Fernando, que por entonces ya tenían el título de Príncipes de Aragón y Reyes de Sicilia. Perseguidos por el bando del rey castellano, decidieron buscar un refugio y tras arduas disputas entre los nobles, por llevárselos cada uno a sus señoríos, logró su objetivo el Almirante de Castilla, Fadrique I Enríquez, que a su vez era abuelo del príncipe Fernando y tío lejano de la princesa Isabel.

En Medina de Rioseco, permanecieron unos meses, hasta que se decidió que convenía mejor su traslado a Dueñas, donde residieron un corto espacio de tiempo. Espacio que fue bastante accidentado, puesto que en esos momentos nació su primer vástago, una niña llamada Isabel (años más tarde reina de Portugal), y el príncipe Fernando enfermó de tal manera que tuvo que permanecer en la cama por unas semanas. Las razones se desconocen, unos dicen que por haberse caído de un caballo y otros que por el disgusto de ver que su primer hijo era una mujer, lo que implicaba más líos sucesorios.

Repuestos ambos del parto y de la enfermedad (de la caída o de la rabieta), decidieron regresar en diciembre de 1470 a Medina de Rioseco, bajo la protección de su primo Alfonso Enríquez, hijo del Almirante, donde permanecieron durante un año.

La Crónica de Enrique IV, recoge estos datos y aunque no especifica en qué lugar de nuestra ciudad residieron los futuros Reyes Católicos, es totalmente seguro que lo hicieron en el castillo, puesto que el palacio del Almirante aún no había sido construido y la fortaleza era el lugar ideal en tiempos de guerra. Tampoco sabemos si estos objetos que hoy mostramos en fotografías, pudieron haber sido usados durante su residencia en Rioseco. Tiene muchas posibilidades la alfombra porque fue realizada precisamente para Alfonso Enríquez, protector de los Reyes Católicos en Rioseco y ninguna el plato y la bellísima mesa de piedras duras, ambos del siglo XVII, el primero con el escudo de los Enríquez y la segunda, de factura florentina-napolitana, con el escudo de los Enríquez-Colonna. Para los riosecanos viajeros apuntaremos que la alfombra puede visitarse en el Museum of Art, de Filadelfia (EEUU), el plato en el Museo Sigismondo Castromediano, de Lecce (Italia) y la mesa, en el Museo del Prado.

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