
La pasada semana despedíamos con tristeza a Manuel Villarino, que fallecía a los 84 de edad. La vida quiso cruzar su camino con el mío, en especial en todo lo referente a su afición a la pesca, que ha heredado su hijo Carlos. Cómo no recordar cada uno de los campeonatos en el Canal de Castilla, también en el río Duero a su paso por Castronuño, en los que Manolo siempre estaba ahí, junto a sus dos buenos amigos, Germán Rodríguez y Vicente Reguera. A los tres era normal verles juntos en la dársena, pasando la tarde y pescando. Ahora ya están de nuevo los tres juntos.
El bueno de Manolo, siempre con su sonrisa en la boca, con sus palabras amables, con su naturalidad y sencillez. Siempre junto a su querida Delfina, allá dónde fuera, como a esos bailes de la Asociación Rúa Mayor. Naturales de la zamorana localidad de Morales del Rey, tras recorrer varios pueblos de Zamora y León, donde nacieron sus hijos, habían llegado hacía 44 años a Rioseco y desde muy pronto se sintieron riosecanos. En el año 2006, tuvieron la gran suerte de celebrar sus bodas de oro. Ahora, aunque ya no veamos a Manolo, sus hilos relucen de una manera especial en el gran tapiz de nuestra vida. Que no le veamos no quiere decir que haya desaparecido. Está en cada uno de los hilos invisibles que él, junto a su familia, tejió y entretejió; está en nuestros corazones.

Que estas palabras sirvan de sentido homenaje a todos aquellos hombres y mujeres que ayudaron a tejer el gran tapiz que es Medina de Rioseco y por el que todos nos sentimos tan orgullosos, aquel en el que convivimos, aquel que nos hace ser quien somos. A nada que volvamos la vista distinguiremos con alegría y emoción sus hilos, que son los nuestros.
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