Por un litigio de de servidumbre de vistas, se conserva en los Archivos Nacionales este plano que muestra la planta y el alzado de dos viviendas de la Calle de Los Lienzos en 1799.
Los propietarios se llamaban Joaquín Garrido y Bernardo Calvo y los edificios responden al tipo de vivienda popular que pervivió durante siglos en Medina de Rioseco. Don Joaquín Garrido tenía la vivienda de la derecha, con cuatro ventanas que daban al corral de Don Bernardo Calvo, que poseía una puerta de acceso al mismo y su uso.
El urbanismo riosecano responde al tipo llamado de espina de pez, propio de una ciudad comercial, con una calle principal que recorre la población de norte a sur y de la que parten multitud de calles secundarias. Durante varios siglos en estas calles se establecieron comerciantes, labradores, ganaderos, escribanos, criados, terratenientes, soldados, mesoneros… que a su vez, arrendaban sus casas a los mercaderes venidos de fuera, durante la celebración de las afamadas ferias. Cuanto más cercanas fueran a la Rúa o a la Plazuela de Santa Ana, mayor era su precio de arrendamiento y más aún si contaban con soportales. Las ferias eran el principal sustento de la ciudad, y su decadencia supuso la ruina de la misma, hoy la cifra de pérdidas que trajo la desaparición de las mismas, se traduciría en varios cientos de millones de euros.
Observando detenidamente el dibujo de los alzados y los planos, reconoceremos las distintas partes de las que estaban compuestas las casas de entonces, tipos de habitación que han pervivido hasta hace pocos años y de los que aún quedan ejemplos dispersos. Ambas viviendas poseían un espacio dedicado a tienda, mientras que el cuarto principal, donde se hacía la vida diaria porque era el único lugar con calor de la casa, era la cocina, que en el dibujo se reconoce por la chimenea. Junto a ella, en la casa de Garrido, se observa un horno para cocer pan, un «obrador» se le llama en el plano, por lo que suponemos que se trataba de un panadero o de un repostero. Existían también diversas habitaciones que tenían las funciones de alcobas, salas de recibir, paneras, despacho donde se llevaban las cuentas del negocio, leñeras, cuadras para los animales, fresqueras, etc. En ninguna de las dos falta el patio con el pozo de donde se sacaba el agua, y en la de Calvo, hasta poseía un lavadero.
Las viviendas se construían siempre a base de tapial, con un zócalo de piedra, que evitaba el contacto directo de los muros con la humedad del suelo. Las más pudientes se construyeron en los siglos XVI y XVII con complicados entramados de madera en forma de aspa, y las de mejor calidad con fachada en piedra de sillería y ladrillo macizo. La Calle de los Lienzos era hasta hace escasos años una de las pocas que conservaba íntegra todos sus domicilios, con ejemplos de todo tipo de construcción, de épocas y estilos, y algunos hasta con 400 años de antigüedad. En cualquier ciudad de cualquier país civilizado, esta calle habría contado con una protección íntegra y total de su vecindario, y se habría convertido en una fuente de explotación turística. Para darse cuenta de lo que la calle de Los Lienzos y Medina de Rioseco, podrían haber sido, basta con pasear por ciudades como La Alberca, Santillana del Mar, en España, o las preciosas villas francesas, alemanas o inglesas, repletas de casas medievales de espectaculares entramados, perfectamente conservadas, habitadas y restauradas, y que cuentan con cientos de miles de visitantes al año. Desgraciadamente esta calle no ha corrido la misma suerte, y las últimas actuaciones se han limitado al derribo de estas históricas viviendas y a su sustitución por horrendos pastiches o por antiestéticos bloques de apartamentos. Medina de Rioseco sigue viviendo la paradoja de matar poco a poco la gallina de los huevos de oro, y a la vez, pretender vivir del turismo.