Las calles de Medina de Rioseco (Quinta parte)


Teresa Casquete Rodríguez. Historiadora del Arte.

Habíamos aparcado nuestro recorrido por las calles riosecanas junto al Arco de Ajújar, donde se inicia la Ronda del Candil, otra de las rondas de vigilancia de la muralla riosecana. En 1652 se llamaba Calle Candil y se decía que en ella existían siete casillas que son unas casas públicas, es decir, prostíbulos. Esta zona de la ciudad siempre fue considerada como la «parte trasera» de la misma, en la que se encontraban no solamente los lupanares, sino también Las Tenerías, las viviendas y talleres que tenían los curtidores junto al río y que hoy dan nombre al grupo de viviendas conocido como los pisos nuevos del Ajújar. Este estatus es lo que ha hecho que hoy sea una de las zonas de mejor conservación de las viviendas centenarias.
Esta calle o ronda, nos lleva como es obvio por su antigua función, a la siguiente puerta de la ciudad, cuyo emplazamiento hoy es conocido como Calle Arco de la Esperanza. En ella estaba la puerta que daba salida al camino que conducía a Villarramiel, Palacios de Campos y Palencia y se llamaba así por albergar en su interior una capilla dedicada a la Virgen de la Esperanza, cuya imagen hoy se encuentra en un altar lateral de la iglesia de Santiago.

Entre estos dos espacios se encuentran una serie de calles que recorreremos a continuación:

– La Calle de Los Cueros, que recibe el nombre por los curtidores y zurradores que vivían en ella en siglos pasados.
– La Calle del Palmero, que ya era conocida con este nombre en 1652.
– La Calle del Pozo, nombre antiguo que recuerda la existencia de un pozo público situado en esta misma calle.
– La Calle Carboneras, que conserva el nombre original que hace relación a los antiguos depósitos de carbón que existían en ella.
Todas estas calles tienen como nexo de unión la Calle de La Doctrina, que en el siglo XVII ya recibía este nombre, por encontrarse en ella el Colegio de los Niños de la Doctrina, institución benéfica refundada por el maestre de campo riosecano Antonio Núñez de Monroy, destinada a la enseñanza de niños pobres y que fue objeto de un artículo publicado en la revista de Semana Santa del pasado año.

Frente al Teatro Principal, antigua sede de la Cofradía de la Vera Cruz, encontramos otra calle sin salida, otro corral, llamado Corral de Quintana, que en 1652, como no podía ser menos, era la parte de atrás de las viviendas de una familia de este nombre y la vivienda de ocho pobres de solemnidad.

La Calle de los Estudios, era conocida en el siglo XVII por la Calle del Estudio, porque en ella se encontraba una casa en la que se podían realizar estudios de gramática y otras asignaturas propias de los estudios superiores de la época, es decir, una especie de mini-universidad regida por el ayuntamiento y fundada en 1491. En él dio clases Baltarsar de Céspedes en 1587, que dejó su cátedra en la Universidad de Salamanca, para ocupar una plaza en Rioseco, lo que ofrece un ejemplo de la importancia que llegó a tener esta institución docente. A Baltasar de Céspedes lo sustituyó el erudito albaceteño Pedro Simón Abril, que murió en 1595, la misma ciudad de Rioseco, siendo enterrado en la iglesia de Santiago, dejando en su testamento una extensísima colección de libros y unas curiosas tablas de madera con las letras del abecedario talladas.
Hoy ilustramos esta sección con una fotografía de los años 70 del arco de Ajújar, donde se puede observar los restos de la muralla, con las calles sin asfaltar y un vertedero incontrolado de escombros. Al menos en algo sí ha mejorado Rioseco.
Continuará…

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