La tierra no pertenece al hombre por Miguel y J. Ángel


Texto: Miguel García Marbán / Foto: José Ángel Gallego

Un gato descansa encima de un coche. Una inquietante escena que, a simple vista, no va mucho más allá de ser un sencillo hecho casual y anecdótico que, por otro lado, al dueño del coche, si lo ha presenciado, no le habrá hecho mucha gracia, e incluso se habrá acordado de los familiares más allegados del animalito.

Sin embargo, más allá de la anécdota, la magnífica fotografía de José Ángel Gallego nos revela algo más con sólo escudriñar un poco en su interior. Con una seria mirada, quizás de recriminación, el gato, sobre el coche, símbolo del progreso voraz e incansable del hombre, parece estar recordándonos que la naturaleza y el hombre pueden y deben convivir y entenderse. Un mensaje que el animal quiso hacer llegar en fecha tan señalada como el día de la celebración de unas elecciones generales.

En el año 1854, el jefe indio Seattle de la tribu Suwamish le envió una carta al presidente norteamericano Franklin Pierce con la que le respondía a la oferta de comprarle sus tierras para ser habitadas por colonos blancos del Norte. En un bello e intenso texto, que ha sido considerado como el primer alegato ecologista, el veterano jefe indio expresa que “¿cómo es posible comprar o vender el cielo, o el calor de la tierra? No podemos imaginárnoslo. Si no somos dueños de la frescura del aire ni del fulgor de las aguas, ¿cómo podrán comprárnosla?”.

No olvida el veterano indio recordar al gran presidente norteamericano que “La tierra no pertenece al hombre, sino el hombre a la tierra. Todo esta unido, como una familia por la sangre. El hombre no tejió la tela de la vida; él es solo un hilo; lo que le haga a la tierra se lo hace a si mismo; lo que haga con ella, lo hará consigo.”

Quizás ese gato sobre ese coche, en una posición dominante y desafiadora, nos recuerda que la naturaleza es superior al hombre, quizás es parte de esa secreta unión que debe existir entre el hombre y todo lo que le rodea, quizás es una invitación a que ocurra algo que ya sucedió hace cientos de años y que el hombre ha olvidado. Es un profundo respeto y entendimiento antes de llegar (casi estamos llegando) a esas apocalípticas frases con las que el jefe indio termina su carta dirigida a Franklin Pierce hace más de 150 años: “¿Qué ha sucedido con el bosque espeso? Desapareció. ¿Qué ha sucedido con el águila? Desapareció. La vida ha terminado. Ahora empieza la supervivencia.”.

Quizá ya ha empezado.

share on: