La poesía y Carolina Valencia Castañeda

Carolina Valencia Castañeda (1860-1954), hermana de Benito Valencia autor de 'Crónicas de Antaño', labró una importante carrera poética

Gonzalo Franco Revilla

Nació en Medina de Rioseco el 20 de Septiembre de 1860 y murió en Madrid el 18 de Marzo de 1954. Perteneció a una familia acomodada de la burguesía agraria y de la abogacía. Los Valencia eran terratenientes de Rioseco que mandaban a sus hijos a estudiar a Valladolid y se vinculaban normalmente a carreras y profesiones relacionadas con el mundo del derecho. Su padre, Ignacio, era de Valdenebro de los Valles, su madre se llamaba Teresa y era de Rioseco. Un hermano de Carolina fue el ilustre abogado Benito Valencia Castañeda autor de las celebradas Crónicas de Antaño. En estos últimos meses Carolina Valencia ha estado de actualidad, pues han aparecido reeditados algunos de sus libros de poesía junto a un estudio de su obra poética que ha llevado a cabo la profesora de la Universidad de Valladolid Irene Vallejo González.

Carolina Valencia Castañeda, en una de las pocas imágenes que existen.

Fue en 1890 apareció en Palencia su primer libro publicado Poesías, su nombre ya era por entonces conocido por estar unido a un grupo de notables escritores de Valladolid colaboradores del periódico La Lealtad, algunos de los cuales eran Zorrilla, Núñez de Arce, Cano, Ferrari, etc. En 1891, la Real Academia de la Lengua premió su obra titulada A San Juan de la Cruz y al año siguiente escribió una larga composición titulada Colón.

Pasan unos años hasta que en 1917 dos poemas suyos: Crepúsculo e Invierno se publican en la Revista Castellana. Carolina Valencia se casa en su ciudad natal con el leonés Álvaro López Núñez el 3 de Febrero de 1886. López Núñez fue un periodista y escritor español, académico de la Real Academia de Ciencias Morales y Políticas y acérrimo defensor de la asistencia social, los seguros sociales y la democracia cristiana. Murió asesinado, junto a su hija Esther, al comienzo de la Guerra Civil española.

Álvaro era muy alto y delgado, Carolina por el contrario era menuda, pequeñita, muy agraciada y con un gran don de gentes. Parece ser que su llegada a Rioseco estuvo motivada por la circunstancia profesional del ejercicio de  la docencia, casi con seguridad en el colegio de San Buenaventura de la ciudad. Cuando se casa tiene veinte años, seis menos que su esposa.

De Rioseco se trasladaron a Astudillo en Palencia, donde el marido seguirá ejerciendo su labor docente y también la literaria. Tendrán cuatro hijas y tres hijos: Teresa, muerta a los tres meses de edad; Esther, asesinada junto a su padre en Madrid, en 1936; Federico, (que fue primer jefe del Estado Mayor de África, luego gobernador militar de Huesca y acabó jubilándose en Canarias con un cargo similar); Ignacio, José María, Amalia y Teresa, siendo esta última sordomuda.

Esta  circunstancia acentuará aún más  la especial sensibilidad social de Álvaro, que mostró en sus publicaciones y afanes intelectuales una evidente preocupación por los niños, los minusválidos, los ciegos, los ancianos, los mendigos, etc.

En 1895, al cumplir los treinta años, López Núñez, siguiendo los consejos de Fernando Merino, de Orti y Lara y de otros leoneses conocedores de sus cualidades y propicios a ayudarle, se trasladó con su familia a Madrid donde desarrollará la mayor parte de su carrera. En un primer momento trabajó en un modesto empleo en Correos, para dedicarse después a la administración de fincas urbanas, a los seguros (en la Sociedad La Mundial, de la que llegaría a ser secretario) y a la representación en España de la Editorial Benziger de Einsiedeln (Suiza), que publicaría algunas de sus obras literarias. Fundador de La lectura Dominical, en 1899, se convirtió también en uno de los creadores del periódico católico El Universo, junto a Rufino Blanco Sánchez, el grupo político en torno al Marqués de Comillas y Juan Manuel Orti y Lara. En este periódico ejercería la crítica literaria y teatral.

La familia se acomoda, primero de alquiler en la calle Goya, después en un edificio de la calle de Alcalá con vistas al Retiro y, finalmente, en el número 34 de la calle de Toledo, frente a la Colegiata de San Isidro. Carolina no trabajará fuera de su domicilio pero leerá mucho a lo largo de su vida. Lo que dará fe la nutrida biblioteca del domicilio conyugal, allí recibirán visitas de personalidades importantes de la época, como la de don Miguel de Unamuno, como sabemos muy vinculado a Rioseco y a algunos de sus hijos ilustres.

Unamuno, muy aficionado a la papiroflexia, dejará muchas veces sobre la mesa del despacho-biblioteca pajaritas de papel. Carolina brilló desde muy joven como poetisa. Ya hemos comentado anteriormente sus primeros libros y publicaciones, de su libro Poesías firmó el prólogo la eminente escritora Emilia Pardo Bazán, aunque parece ser que ambas mujeres no llegaron a conocerse más que a través de la correspondencia epistolar.

“Esta señora, escribe Pardo Bazán, se revela versificando con galanura, gallardía y fluidez, digna de nuestros poetas y sonoros. Yo estoy persuadida que la señora Valencia vive, siente, piensa y dice más que sus versos; que el campo de sus ideas  propias es más extenso y digno de traducirse en los acordes de su bien templada lira”.

Álvaro López, su marido, hacia 1910.

En 1932, Carolina gana un premio literario dotado con 3.000 pesetas de la época, que le sirve a la familia para pasar unos días de playa en Santander. Carolina invoca así a Santa Teresa en el poema: Virgen que cruzaste el suelo/ con todo el infierno en guerra;/ hermosa flor del Carmelo,/ que embalsamaste la tierra/ con la fragancia del cielo. Y a San Juan de la Cruz en otros versos: Quiero seguir el atrevido vuelo/ del cisne de Hontiveros solitario,/ del serafín ardiente del Carmelo;/ quiero cantar la fama esclarecida/ del que huyendo del halago y la torpeza/ del mundo visionario,/ para buscar la huella enrojecida/ de la víctima pura del Calvario,/ a los pies del la Cruz pasó la vida/ como flor escondida/ que perfuma las noches del santuario.

En La batalla de Rioseco revive el fracaso de las tropas españolas, a pesar de sus esfuerzos, frente a los franceses el 14 de julio de 1808 y el saqueo de la ciudad por las tropas vencedoras. Con una gran vehemencia rememora aquellos sucesos: Así cayó sobre la patria mía/ la soldadesca impía/ ávida de botín y de pillaje/ en la nefasta noche de aquel día…

También expuso sus ideas estéticas y literarias en tres composiciones: Los poetas de la duda, El arpa del poeta y La poesía. Consideraba a la poesía como la cuna de las ideas y cualidades excelsas, por lo que se hacía necesario su tratamiento poético como ella pretendía: Pasar como los pájaros cantando/ sin tocar en el polvo de la tierra. Algunas de las partes más líricas y hermosas de su obra son las que tienen relación con la naturaleza, marco natural y medio de expresar sus emociones: Blanca y ceñida de irisadas nubes/ líquidas perlas de su faz vertiendo,/ bella y radiante cual visión de amores/ surge la aurora.

Como persona de profundas convicciones religiosas algunos de sus poemas son oraciones: Virgen María, universal Señora/ azucena gentil del paraíso… Su poesía, en suma fue rica en temas y formas. Deseó celebrar con ella, cuanto de “hermoso el universo encierra”. Con un destacado gusto por la belleza de la naturaleza y los sentimientos nobles y delicados del ser humano. Eligió para ello un lenguaje selecto y cuidadoso, culto, pero no rebuscado, ni oscuro.

Dominó la técnica versificatoria, empleando una amplia gama de versos: alejandrinos, endecasílabos, pentasílabos…Y de estrofas: quintillas, quintetos, serventesios… De clara influencia romántica, su poesía va a recibir el poderoso influjo de Zorrilla, a quién dedicó un elogioso poema, prueba elocuente de su admiración. Lo que convierte su obra en una especie de “idealismo arcaico”. Pero hemos de destacar, para finalizar esta semblanza, su decidida vocación literaria y el que en tiempos difíciles para las mujeres pudiera desarrollarla.

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