La Hermandad de La Dolorosa está de luto. A los 90 años de edad, el Jueves Santo, falleció Alberto Pizarro Valencia, el hermano mayor de la cofradía. El Viernes Santo por la mañana un multitudinario responso en la iglesia de Santa María despedía al veterano riosecano en presencia de la vara y hermanos de su hermandad.
A pesar de sus años, Alberto asistía cada año a los actos de la hermandad, como a las juntas o al tradicional desayuno del Domingo de Ramos, y cada Semana Santa se acercaba hasta la iglesia de Santiago para visitar a su querida Virgen Dolorosa. Fue el pasado año cuando el Miércoles Santo, con motivo del Vía Crucis, visitó, junto a su esposa Parmenia, conocida por todos como Ñuca, la iglesia de San Francisco, que acogía los pasos del Jueves Santo por motivo de la exposición de Las Edades del Hombre y donde tuvo lugar el emotivo encuentro entre la Virgen Dolorosa y el Cristo del Amparo.
Ya casi a la hora de cerrar, tuve la suerte de poder acompañarles en un rápido recorrido por el hoy museo. Entonces, Alberto mostró su profundo riosecanismo y amor hacía todo lo que tiene que ver con la ciudad que le vio nacer para rescatar del pasado anécdotas y recuerdos, como cuando la procesión del Mandato entraba cada Jueves Santo en la iglesia conventual donde hace cientos de años surgiera nuestra Semana Santa.
Como suele ocurrir en Rioseco, Alberto Pizarro ingresó en la hermandad atraído por una profunda tradición familiar, que, ahora, mantendrán viva sus hijos Alberto y José Antonio, actual secretario de la cofradía y colaborador de este diario digital, además de algunos de sus nietos, y que también llevarán en su corazón sus otros hijos Fernando, María y Virginia.
En el recuerdo queda la lejana Semana Santa cuando Alberto tuvo el gran honor de ser mayordomo, los desfiles de gremios, el lento paso de la procesión por la calle Mayor o el año en que su madre Rosa Valencia donó el banderín de la cofradía.
Con la lluvia que tantas veces rogó mirando al cielo, un Jueves Santo Alberto dijo sí a la llamada del Señor. Ahora, es seguro que su tío, Benito Valencia, ya le esté contando muchas crónicas de antaño, y que Alberto ya espere, como en otro tiempo, otra Semana Santa en la que volver a cargar el paso, otro Jueves Santo en el que, seguro, estará presente en la memoria de su esposa, hijos y nietos, en especial cuando al final de la procesión del Mandato, en el corro de Santiago, se cante la salve en honor a la Virgen Dolorosa.
A toda la familia y a los cofrades de La Dolorosa, nuestras más sinceras condolencias. Alberto, descansa en paz.