La Espiga, una empresa familiar centenaria


Teresa Casquete. Historiadora del Arte

Si por algo es conocida nuestra ciudad, además de por la Semana Santa, es por la calidad de su pan y su repostería. Curiosamente uno y otro referente van fuertemente unidos. Sería impensable que durante esas fechas faltara una bandeja repleta de bollos de baño, bollos de aceite, cocadas, pastas de almendras, pelusas y rosquillas de anís, en cualquier hogar donde se esperan visitantes, o en cualquier refresco con que los mayordomos agasajan a sus hermanos de cofradía. Aunque su uso va más allá de estas fechas, y cualquier acto oficial, sea en la fecha que sea, quedaría vacío si no se ofreciera durante él, un vino de honor con degustación de estos riquísimos productos.

Hoy son varias las empresas en Medina de Rioseco, que se dedican a la elaboración de estos afamados dulces, y aunque todas cuentan con un reconocido prestigio, quizá sea La Espiga la más veterana en el oficio.

Fundada en 1898, mantiene aún in situ, su tienda y su obrador. Y aunque sigue funcionando como un negocio familiar, en este siglo y pico de existencia, ha sido galardonada con numerosas medallas de oro en exposiciones internacionales de España e Italia, así como con la Cruz de Honor en Francia. Todos estos galardones han sido su reclamo publicitario en estos años, apareciendo en cajas, bolsas y en el papel de envolver, así como en los banderines publicitarios de los años 60, como este que traemos hoy en nuestra sección.

Una amplia historia acompaña a esta empresa, entre las que se encuentran anécdotas dignas de recuerdo, como el enorme pan adornado que le regalaron a la reina Fabiola de Bélgica, con motivo de su boda, y a raíz del cual uno de los productos de la panadería, fue bautizado con el nombre de la reina, las «fabiolas».

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