La desaparecida calle Especería


Ángel Gallego Rubio

Imagínese el lector que está en la actual Plaza Mayor riosecana, más o menos, con la espalda adosada a la puerta de la discoteca Gregory. Imagínese, ahora, que viaja en el tiempo hacia atrás aproximadamente un siglo. Abra los ojos y verá lo que la imagen nos muestra.

Se trata de la embocadura, desde la Rúa Mayor, de la desaparecida calle de la Especería, que allí arrancaba y terminaba en la confluencia de la calle de los Lienzos con la también desaparecida plaza de Santa Ana. Discurría, pues, en paralelo con el primer tramo de la ronda de Ropavieja y su trazado se correspondería con el vial peatonal que hoy en día ocupa la parte alta de la Plaza Mayor.

Mancio Prado (o lo que es lo mismo D. Benito Valencia) la describía así en sus Crónicas: “…con mesas y cajones puestos fuera de las casas y ocupándolo todo, hasta el punto de no poder pasar el palio cuando va por allí el Santísimo Sacramento. En la Rúa de Castro, que linda con ella, se padece la misma angostura, a pesar de ser la calle principal de la Villa. Tiene el suelo de tierra y está siempre tenebrosa y húmeda en razón de aproximarse demasiado las casas de una acera a las de la otra, por estar labradas de modo que el primer suelo vuela una tercia de los portales, el segundo lo mismo respecto del primero, y los otros en igual proporción hasta rematarse, con lo que apenas queda hueco entre los tejados.”

CALLEESPECERIAEsto último es lo que nos muestra la fotografía, rescatada de una antigua revista de arquitectura en la que servía como modelo ilustrativo de esa forma de construcción tradicional castellana de los siglos XVI y XVII; cuando en Rioseco, parafraseando a Teresa Casquete “La población se agolpaba en calles estrechas y tortuosas, sin pavimentar, con viviendas estrechas, pero muy altas, dos, tres y hasta cuatro pisos, volados sobre canecillos, típico del urbanismo medieval, que limitaba la construcción al terreno comprendido dentro de las murallas. Algunas casas, de familias más pudientes, tenían fachadas más amplias y contaban con patios, y grandes balconadas”.

En ese tramo de la Rúa, que correspondía a las calles de la Joyería y de Pañeros, vivían los mercaderes más pudientes de Rioseco. Así que las viviendas irían en consonancia a su nivel económico. Las que vemos, desaparecidas poco después de tomarse la fotografía, y las de enfrente, que ocupaban el solar donde se ubicó el retratista. Derribadas estas últimas en torno a 1870 porque estaban en mal estado y, según los munícipes, hacían muy estrecha y oscura la calle que ordenaron ensanchar no construyendo soportales, de ahí su ausencia en el tramo entre la casa de la familia Chico, junto a la iglesia de Santa Cruz, y la Plaza Mayor.

La imagen es una delicia que nos transporta a ese Rioseco de ayer que el tiempo borró. Bueno, el tiempo y la goma de borrar empleada por algunos de los que vivieron en cada momento. En una ciudad en la que se nos llena la boca al hablar de tradiciones -aunque a veces confundamos verdaderas tradiciones con costumbres de anteayer-, la contemplación de todo aquello que se perdió nos debería llevar a una profunda reflexión sobre la necesidad de conservar el patrimonio urbano que aún nos queda sin caer en falsas demagogias sobre modernidad o seguridad. Y no hace mucho se han dado algunos casos…

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