Julio del Campo y Reyes de Castro, los ermitaños del siglo XXI

El matrimonio riosecano se encarga del mantenimiento de la pradera y la ermita de Castilviejo, así como de la puesta a punto de las imágenes y la Festividad

Laura Alonso. Fotografías: Fernando Fradejas

En sus orígenes, el ermitaño solía ser un monje que se encargaba del cuidado y protección de una ermita dedicada a algún santo, que se encontraban, por lo general, en territorios despoblados y poco visitados. Su retiro era considerado parte de su vida espiritual y de su entrega cristiana. Lejos de esta definición, Julio del Campo y su mujer, Reyes de Castro, son dos ermitaños del siglo XXI.

La vida solitaria y espiritual que caracterizaba a esta figura en el pasado se ha perdido en Rioseco y lo único que queda de los antiguos ermitaños es la labor que lleva desempeñando desde hace cuatro años este joven matrimonio: mantener limpia y cuidada la ermita de la Virgen y el Cristo de Castilviejo. También se encargan de acondicionar la pradera y de atender el bar que se ubica dentro del recinto. “Nos ocupamos del bar, segamos y regamos la pradera, limpiamos la ermita y procuramos que todo esté un poco curioso”, resume Julio del Campo.

Una de las tareas que más tiempo les requiere es el mantenimiento de la pradera, para ello Julio cuenta, siempre que lo necesita, con la ayuda del grupo de jardineros del Ayuntamiento de Medina de Rioseco. “Lleva su tiempo, pero las veces que hay mucho césped o cuando tengo poco tiempo y como la máquina que hay es pequeña, lo tengo que hacer más despacio, pues pido ayuda al Ayuntamiento y me echan una mano”, cuenta este actual ermitaño.

Si ya de por sí estas tareas llevan su tiempo, hay una época del año en la que intensifican. Es la semana previa a la Festividad de la Virgen de Nuestra Señora de Castilviejo, patrona de la ciudad de los Almirantes y del Cristo, los días ocho y quince de septiembre respectivamente. Julio y Reyes viven estos días con mucha intensidad, tanto a nivel personal como de trabajo. “Es una semana especial, muy emocionante y también de mucho trabajo, a pesar de que nos quedamos un poco tristes cuando se la llevan a Rioseco para la novena”, cuenta Julio. Y es que para que tanto riosecanos como foráneos disfruten de una auténtica romería en honor a la patrona de la ciudad son muchas las horas que dedica este matrimonio. “En el bar tenemos que preparar las bebidas, montar la barra, llamar a gente para que nos ayude a atender esos días y además de limpiar la iglesia y la pradera, colocamos banderas decorativas, contenedores y bolsas de basura”, explica Julio del Campo.

A partir de esta fecha, a Julio y a Reyes casi solo les queda la compañía de ambas imágenes y es que son pocas las personas que se acercan por la pradera de Castilviejo. “Después del puente de Pilar, como ya empieza a hacer frío, viene muy poca gente, a diario no viene nadie y los fines de semana únicamente pasan los cazadores a almorzar”, cuenta el ermitaño.

Julio es feliz desempeñando todas estas labores, que a su vez, compagina con su trabajo en el matadero de la localidad. Pero, como en la mayoría de los casos, no todo es positivo. Si hay algo que le “fastidia” verdaderamente es la gente que acude a Castilviejo por las noches. “Meten los coches en la pradera, hacen destrozos y lo dejan todo tirado”, afirma del Campo. Por otro lado, sin embargo, su experiencia personal con los quintos que el primer jueves de agosto pasan la noche en la pradera es “bastante positiva”. “Intentas portarte bien con ellos y ellos te corresponden, no lo dejan todo perfecto pero más o menos lo más importante lo dejan bien recogido, no tengo ninguna queja”, confiesa Julio.

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