Don Juan Gaspar Enríquez de Cabrera, décimo Almirante de Castilla y sexto Duque de Medina de Rioseco, nació el 24 de junio de 1625 en Madrid, donde también murió en 1691. Era hijo de don Juan Alfonso Enríquez de Cabrera y de doña Luisa de Sandoval y Rojas. Se crió con la grandeza que requería su nacimiento y posición, siendo su ayo el célebre humanista don Tomás Tamayo de Vargas, quien le impuso en las ciencias y especialmente en la poesía. A la muerte de su padre en 1647, entró en posesión de sus estados y le sucedió, entre otros, en los títulos y preeminencias vinculados en la familia Enríquez. Casó con doña Elvira de Toledo y Ponce de León, de cuyo matrimonio nacieron tres hijos, el mayor de los cuales don Juan Tomás fue el undécimo y último Almirante de Castilla y el último patrono del convento de Carmelitas Descalzas en Medina de Rioseco (Valladolid), que luego pasó a ser patronato real, y abandonado por sus monjas en el año 2005. A dicho monasterio entregó en 1679 una reliquia del Lignum Crucis, conseguida del trozo de la Cruz de Cristo que se venera en Santo Toribio de Liébana (Cantabria) y a cuyo santuario prestó ayuda muy importante. Él se quedó con otros trocitos, que distribuyó según sus compromisos; uno de ellos a la iglesia riosecana de Santa Cruz.
Don Juan Gaspar fue un hombre muy polifacético: poeta, pintor y escultor; Gentilhombre de Cámara de los reyes Felipe IV y Carlos II, éste le hizo Consejero de Estado y su Montero mayor. Montaba a caballo con gran habilidad y rejoneaba toros; sin olvidar por todo ello las artes políticas. Alberto M. Pizarro en su libro ¨De Enríquez a Manrique. Una Taurología¨ habla de él como del primer rejoneador de su época y que incluso publicó ¨Reglas para torear¨,que más tarde incluyó en su libro ¨Fragmentos del ocio¨.
José María de Cossío en el tomo II de su magna obra ¨LOS TOROS¨, dice de él : Fecha de 1652 tiene el tratado escrito por don Juan Gaspar Enríquez de Cabrera, duque de Medina de Rioseco y Almirante de Castilla, titulado Reglas para torear. Lo ilustre de su autor y la circunstancia de ser destrísimo practicante del arte del rejoneo hizo que tuvieran una aceptación superior, sin duda, a su mérito.
El propio Almirante las incluyó en su libro Fragmentos del ocio que recojió una templada atención …, publicado en 1668 y reeditado en 1683. Pero su fortuna ha sido mayor que en el número de reimpresiones en las citas y alusiones frecuentísimas que de tal tratado se encuentran, incluso en escritores ajenos al arte de los toros. La adulación al magnate era, sin duda, la causa, pues las reglas son diminutas y sin novedad apenas, y su interés mayor reside en la autoridad social y taurina de su autor. Villasante había de expresarse así sobre este tratado : ¨Sé que lo que escribió el Almirante a instancia del deán de Burgos, tocante a este ejercicio, es lo superior de esta ciencia; pero está tan abreviado su precepto, que los novicios necesitan algo más¨.
En el tomo III de dicho autor añade: Estaba considerado como el primer rejoneador y caballero de la plaza de su tiempo. Los elogios que nos han llegado de su habilidad son innumerables. Espléndidamente toreó en la fiesta celebrada en Madrid en honor de San Juan Bautista el 6 de julio de 1648. Bocángel, Cubillo de Aragón, Moreto y Mattos Fragoso se extreman en los elogios que en esta ocasión le dirigen. Don Francisco Bernardo de Quirós le dice al elogiarle:
Vos, señor, fuisteis la fiesta, que aunque otros torearon, llevasteis todos los ojos de la villa y del palacio.
El poeta malagueño Ovando y Santarén, al dedicarle sus Ocios de Castalia, pondera:
Tu rejón entre los brutos, por lo lunados, galanes, viene a sus plantas de molde pues siempre cuellos los abre.
Finalmente, de don Ventura de Vergara Salcedo es este elogio:
De Castilla el Almirante y a su valor se le vino esta vez rodado el lance, pues su brío en el empeño vinculó el mayor realce, siendo doblado el aplauso que logró en desempeñarse.
Por los Avisos de Barrionuevo sabemos que en fiestas celebradas en 1658 , por el nacimiento del príncipe Felipe Próspero, ¨mató a cuchilladas un toro por un golpe que le dió¨.
La Diputación Provincial de Valladolid publicaba en el año 1999 un libro de Emilio Casares Herrero titulado Valladolid en la Historia Taurina (1152-1890), quien escribe: Entre las numerosas preceptivas del arte del rejoneo, que comenzaron a publicarse en el siglo XVI , y se prodigaron profusamente en el XVII, hemos hallado una, que por ser su autor un Almirante de Castilla, Duque de Medina de Rioseco , tiene para nosotros un especial interés, superior al estrictamente bibliográfico, por el prestigio social del autor y por su reconocida pericia en el arte del toreo a caballo, como podrá comprobar el que esto leyere. Don Juan Gaspar Enríquez Cabrera publicó sus ¨Reglas para torear¨, en 1652, con el pie de imprenta Valladolid-Burgos. Debemos a la Sociedad de Bibliófilos Españoles, que entre sus ¨Advertencias y Reglas para torear a caballo¨ figure las ¨Reglas para torear¨. Su texto, no muy extenso pero sí muy sustancioso en lo que a preceptos, advertencias y consejos, después de haberlas leído.Y Emilio Casares lo copia a continuación. Puede servirme para otro artículo.
Por eso me limito a una síntesis del profesor y escritor Bernardo J. García y García: Recomendaba escoger un caballo mañoso, rápido, elegante, y armas más cortas para manejarlas mejor, pero, sobre todo, medir la plaza fijándose en qué sitio escogía el toro por querencia nada más salir a ella. Limitaba el uso de la espada en los lances de peligro, como la pérdida del rejón, el sombrero, la capa o los aderezos del caballo, salvo en caso de que hubiera resultado herida su montura. Para tomar las suertes debía buscarse al toro de frente y mejor si quedaba parado. Las embestidas debían ser recias y derechas, evitando aquellas en que el animal acometía culebreando o de forma atravesada. Las suertes del rincón , frecuentes en estas plazas que solían ser de formas cuadradas y rectangulares, eran más científicas y alcanzan más crecido aplauso.