
Tras derribar la piedra de lo alto del pedestal en el que se encontraba, se cree que la idea del autor o autores del hecho era haber vuelto más tarde para transportarla. La fortuna, quizá un regalo anticipado de los Magos de Oriente, quiso que el micólogo riosecano Luis Anta, en uno de su paseos por el campo, al ver la piedra en el suelo, alertó al propio alcalde riosecano, Artemio Domínguez, quien se acercó hasta el lugar junto a personal del Servicio de Obras Municipal para rápidamente a retirar la piedra del lugar con el fin de evitar el robo. El propio Anta, quien estuvo custodiando el histórico remate de la fuente hasta que llegó el regido, señaló que al verla junto al camino me di cuenta de que el objetivo era robarla.

Con forma de bellota, la pesada piedra, que ha perdido un pequeño trozo en su caída al suelo, tiene grabados en dos lados distintos motivos bélicos, como cañones, así como en su base la leyenda Al 14 de julio de 1808, que recuerdan la histórica contienda entre las tropas españolas y francesas. En las proximidades de la fuente, que tiene además un pilón, habría habido cuatro grandes piedras (sustraídas no hace mucho), donde cada 14 de julio, desde casi el mismo año de la batalla, se celebraba una misa funeral por todos los caídos en la contienda, que con el tiempo acabó siendo una especie de romería hasta la que acudía los vecinos de la zona para pasar un agradable día de verano, según recordó la historiadora del arte, Teresa Casquete, quien cree que esta costumbre se perdió en la década de los años 20 del pasado siglo XX. Sin duda alguna, la fuente vendría a embellecer el lugar y a dar un necesario servicio.
Aunque la fuente no da agua desde hace años, el lugar es de gran belleza dada la gran vegetación existente por el agua del manantial y por las magníficas vistas que se aprecian de Rioseco.
La necesidad de denunciar estos expolios
La colaboradora de este diario, historiadora del Arte, y experta en la Batalla del Moclín, Teresa Casquete Rodríguez, asegura que estazona ha sido pasto de otros expolios, en los que algunos ladrones, armados con detectores de metales, se han llevado todos los restos metálicos de la batalla, que se encontraban aún enterrados, como piezas de fusiles, hojas de sables y espadas, bayonetas, botones, balas y esquirlas. Hay que recordar que en esta zona permaneció el ejército de Galicia, durante la contienda, desde donde huyeron hasta Rioseco tras la cruenta batalla. “Estos bienes arqueológicos, que hay que recordar pertenecen a todos los riosecanos, deberían de haber acabado expuestos en el Centro de Interpretación del Arco Ajújar. Sin embargo han sido vendidos a particulares en el mercado negro de las antigüedades y en algunas ocasiones en una conocida pagina web de subastas”, dice. La historiadora, por último, recuerda que es obligación de los ciudadanos denunciar estos robos ante la Guardia Civil. Cualquier dato en este tipo de expolios podría ser definitivo para dar con el autor o autores de estos hechos delictivos.
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