Nueva sección de toros en La Voz de Rioseco
La Voz de Rioseco estrena nueva sección sobre tauromaquia. Se trata de El Rincón de Curro Leyes, un espacio de opinión de un gran aficionado taurino que, mes a mes, traerá la actualidad, el análisis y la reflexión sobre el mundo de la tauromaquia. Bienvenidos a este espacio.
Aquella tarde anhelé su retirada, y aquella misma noche celebré su decisión, y desde esa misma madrugada ansiaba su reaparición. Ya hay fecha, y lugar Señores: Feria del Caballo. Jerez. No podía ser menos.
Hay tardes que marcan el calendario taurino de una temporada, y la del 14 de agosto 2017 en el Puerto de Santa María fue una de ellas. Mano a mano entre Morante de la Puebla y Julián López ‘El Juli’ con astados de Nuñez del Cuvillo y Santiago Domecq.
Era una tarde en la que presentía que algo relevante iba a ocurrir, y así fue. La dicotomía de la Fiesta se hizo presente en el albero, por un lado la seguridad, el magisterio, la confianza y la plenitud de El Juli, y por otra la triste, gris y agónica tarde de uno de los mejores toreros de la historia de la Tauromaquia. Y esta vez la culpa no sólo fue el sorteo porque no hubo tal. Morante mataba los de Núñez y El Juli los de Santiago Domecq.
Al hilo de la afirmación de la grandeza de Morante, no soy sospechoso de ser un aficionado que eleve a Morante a la categoría de mito, Dios me libre, en mi cabeza caben todas los toreros y lo que es mejor todas las tauromaquias: desde el toreo de piernas tan en desuso en la actualidad hasta el de arte pasando por el de bragueta, pero no hay duda que el de La Puebla es un torero que atesora una calidad enorme, con un gran sentido del temple, con una gracia irrepetible y con un gran valor, virtud muy puesta en duda por el gran público pero muy reconocida por el aficionado. Para torear como Morante hace tener muchos cojones señores. Y una cosa tenemos que agradecerle que no es otra que haber rescatado las suertes del toreo antiguo y ejecutarlas con sabor añejo. Es un torero que tiene que existir, porque de lo contrario nos lo tendríamos que inventar; y en el momento en el que se encuentra la Fiesta es muy necesario, al igual que otros muchos por supuesto.
Lo cierto es que la corrida había creado en El Puerto expectación, se palpaba “ambientillo” y prueba de ello es que en el grupo de amigos (en el que no todos son grandes aficionados) surgió “el plan de ir a la corrida del año de El Puerto”.
Huelga decir que El Puerto es una plaza muy de Morante, y Morante muy de El Puerto. Es una plaza en la que se siente muy a gusto y sale muy motivado lo cual es un valor añadido para su concepto del toreo basado no sólo en el valor y la técnica sino también y en gran medida en la inspiración, bendita inspiración. Allí le he visto grandes faenas pero también tardes muy grises amén de algún que otro percance, y todos sabemos que cuando los toros le cogen, le hieren de verdad.
Decía que había un ambiente especial pero también que presentía que no iba a ser una tarde más. Algo barruntaba y de entrada es que del “arreón inicial” hubo más de una baja por cuestiones de logística familiar por lo que me tocó devolver más de una entrada, pero señores hasta en eso se notaba que toreaba Morante ya que me puse en la fila de taquillas y en un abrir y cerras de ojos las vendí, sorprendiéndome la rapidez con la que me deshice de ellas, y más teniendo en cuenta que la plaza portuense no es una plaza barata a pesar de su tamaño.
Una vez sentados en nuestras localidades, y coincidencias previsibles de la tauromaquia, me encuentro con mi paisano y buen amigo, además de excelente taurino Kiko Galindo y su encantadora esposa Sonia. Como dice un compañera de fatigas taurinas, esto forma parte de la grandeza del toreo. Siempre es un placer coincidir con amigos, y más si es en una plaza de toros.
Desde que salió el primer toro presentí que no era la tarde de Morante, había algo en su actitud que me decía que no, no y no. La salida del segundo confirmó el guion de la tarde: un Juli muy motivado, muy animoso (como diría Curro Romero) con el capote, y toreando con mucho gusto, un Juli en plenitud de facultades con una facilidad pasmosa, con una seguridad apabullante, con una claridad de ideas y de terrenos instintiva, majestuoso, dominador, resolutivo y con una capacidad de improvisación realmente digna de alabar. Ser capaz de pensar en la cara del toro como lo hace él está al alcance de muy pocos. Sin duda la tarde más rotunda que le he visto a El Juli. Me recordó a la de la Puerta del Príncipe del Domingo de Resurrección del año 2013. ¡Qué forma de arrastrar la muleta! De aquella tarde escribí una crónica que titulé “Fui a ver a Morante y me encontré con El Juli”
A Morante le vi sin ganas, sin motivación alguna, triste, aturdido y sobrepasado por la rotunda actuación de su compañero. No estaba. Y lo peor de todo, vi un gesto que por el respeto que tengo a todo torero no quiero airear y que muy pocos medios lo cantaron al día siguiente. Ahí me di cuenta que tenía que “quitarse”, y así se lo hice saber a mis amigos y a la gente que me encontraba y me llamaba: está para quitarse. No se puede estar así.
Y así fue: la noticia saltó al filo de la madrugada en los portales taurinos y demás medios de comnicación: Morante decide quitarse del toreo. Ni el mismísimo Álvaro Acevedo (editor de Cuadernos de Tauromaquia y hermano del banderillero Santi Acevedo) que se encontraba cenando en el mismo lugar que nosotros se lo podría imaginar. O sí.
La transcendencia de la noticia se reflejó en las numerosas llamadas que recibí, y que por culpa de la noche portuense no oí, siendo la primera de ellas, como buen profesional que es al acecho de la noticia, la de mi buen amigo y maestro Santos García Catalán. Al día siguiente le comentaba que me entristecía la retirada pero al mismo tiempo me alegraba, me dio mucha pena ver a un torero de la categoría de Morante naufragar por el ruedo. Yo he presenciado muy malas tardes suyas, en otras “ni siquiera le he visto” y por ello muchas veces le he recriminado esa falta de actitud, pero lo de aquella tarde…lo de aquella fue otra historia. Me impresionó.
Y la culpa no sólo fue de los toros. Él, o sus veedores, escogieron los astados, y dicho sea de paso, no llego a comprender la labor de los veedores de Morante, porque su trabajo está en elegir toros que propicien el triunfo a su matador, y créanme ustedes, que no siempre ha sido así. Y en este caso tampoco, y lo digo con conocimiento de causa. Al día siguiente desayunando en una terraza, veo que se baja de su vehículo Álvaro Núñez del Cuvillo, y al mismo tiempo veo venir a un amigo, Diego Terry Osborne (un tío muy divertido con el que tuve la oportunidad de compartir vaca en Lagunajanda, e íntimo de Morante), y se paran a hablar. Tras haberse despedido y al llegar a mi altura el segundo de ellos le pregunté de forma jocosa “¿le habrás pedido una añojita o eralita para nosotros dos no?” a lo que me contestó que no le había dado ni tiempo porque lo primero y lo único que le dijo “Vaya repaso que me dieron ayer”
Con ello quiero decir que los toros no ayudaron, cierto es que algunos ni los llegamos a ver, pero la actitud dejaba entrever que había algo más. Me dolían los chascarrillos, los reproches y los insultos del público. En igual medida me duelen cuando el destinatario es otro torero: tengo mucho respeto por esta profesión. Los que están ahí se juegan la vida. Se ponen donde mucho de nosotros somos incapaces de ello. Hoy están pero mañana quizás no.
Afortunadamente, lo que un principio iba camino de ser una tarde histórica por la retirada del genio de La Puebla se ha quedado en una tarde más del abono portuense, una tarde con un sabor agridulce por la plenitud de un torero, y el ocaso temporal de otro. Tomen nota. Feria del Caballo. Jerez.
¡Viva El Toreo!