Hoy, mañana y siempre es Semana Santa


Beatriz Rodríguez del Rey*

cole5cole2Por un momento tomo distancia, me coloco en un segundo plano y dejo el control del grupo clase de la que soy maestra. Me paro y observo lo que allí está sucediendo. Parece que vuelvo a revivir lo que días atrás ha existido en las calles de Medina de Rioseco, lo que año tras año se ha grabado a fuego en mi memoria.

Los alumnos después de hacer las fichas se dirigen hacia los rincones de juego, en ese preciso instante, la clase se transforma. Escucho vocecillas que pronuncian palabras que me trasladan a otro lugar: “oído”, “vamos valientes”, “a horquillar”, “tapetán”, “mayordomo”,… mientras los niños y las niñas de forma espontánea juegan a Semana Santa. No les hace falta nada más que su imaginación y una mesa con la que fabular.

cole4Nadie les ha explicado las reglas, nadie les ha repartido roles, nadie les ha dicho que con sus actos ingenuos están construyendo historia, la historia semanasantera de la Cuidad de los Almirantes, pero de nuevo, ahí está.

En ese momento, es cuando me doy cuenta del ejemplo que los adultos, conscientes o no, damos a nuestros pequeños, que nuestros actos sirven de modelo al futuro vivo de las hermandades. Esta clase no está programada, ni la dicta la ley, no es clase de religión, ni hay que prestar especial atención, pero soy consciente que todos están aprendiendo y de forma natural y vivencial. Con esta recreación de la Semana Santa están asimilando cómo calcular el peso de un objeto, la fuerza que tienen que emplear, asignar roles dentro de un grupo, moverse de forma coordinada para bailar, temporalizar acciones, lo que viene antes o después de los gremios, aprender a medir al tallar y comparar cantidades observadas con la regla, hacer música para que suene el tapetán,… Pero sé, que en esta ocasión los niños y niñas no son conscientes de esa adquisición de conocimientos y que no piensan en la trascendencia de sus acciones, sólo saben que hay que dejarse llevar.

cole3El juego continúa, y de forma natural se enseñan a tocar el tapetán unos a otros con una caja de plástico y un par de rotuladores. Me acerco a ese grupo de niños y niñas y oigo frases de este tipo: “mira, así se cogen las baquetas”, “aprender cuesta años”, “mi padre me canta: tapetán tape tape tapetán,… mientras yo lo toco”, “si no te sale, no pasa nada, toca lo que puedas”,… y pienso, sin dejar a un lado mi visión de docente, en la riqueza que este aprendizaje entre iguales les puede aportar.

Y ahora se escucha en la clase: “oído a rezar” y todos se ponen de rodillas alrededor de la mesa agachando su cabeza y cubriéndose el rostro con sus manos.

En otro rincón del aula, forman una fila y aprenden a tallarse. Mientras unos comparan sus estaturas y se ponen al lado de la horquilla, que un niño ha traído a clase exhibiéndola orgulloso porque: “se la ha hecho su papá”, otros miden con una regla la distancia que hay desde el hombro hasta la cuerda improvisada que han tomado para hacer “como lo que hacen en la escalera, para tallar el paso”, añade otro niño sin titubear.

No podemos negar que esa transmisión intergeneracional, es lo que nos hace especiales en Rioseco, que los valores esenciales de la Semana Santa riosecana han perdurado hasta nuestros días y son visibles ante los ojos de cualquiera que observe las conversaciones y juegos de los niños, y de los no tan niños.

Así percibo que los pequeños, da igual si son niños o niñas, juegan a sacar el paso, sueñan con cargar en su hombro ese duro tablero al que cada uno pone el nombre de su Cofradía.

cole6De pronto, tengo que interrumpir el momento, “jooo, ¿luego podemos jugar?” añaden, “vale”, les digo, “pero ahora hay que almorzar que vamos a salir al recreo”. Todos recogen la clase y toman sus almuerzos, creyendo, ingenua de mí, que ese juego va a cesar. De pronto escucho: “¡Y ahora, juntamos las mesas y a cenar!”. Charlan entre ellos, conversan mientras sus ojos hoy brillan de una forma especial. De repente, una mirada se dirige hacia mí y me dice: “Beatriz, en la cena sólo se habla de los pasos, ¿verdad?”.

Y empiezan a decir: “viva el Longinos, ¡viva!”, “viva los Azotes, ¡viva!”, “viva la Piedad, ¡viva!”, “viva la Escalera, ¡viva!”, “viva la Soledad, ¡viva!”, “viva…” y así enumeran todas y cada una de las hermandades que existen en Rioseco, sin que nadie les haya mandado memorizar. “¡Ah, nos falta una!” añade otro, “viva la borriquilla, ¡viva!”.

Y cada año, me siento espectadora de lujo, ya que se vuelven a reproducir antes, durante y después de los días de Semana Santa estos juegos que de manera indistinta entre los niños y las niñas se dan.

*Beatriz Rodríguez del Rey:
es cofrade y maestra de Educación Infantil en el Colegio Campos Góticos

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