Los lectores de La Voz conocen el currículo y méritos de Diego. Quien lo ignore o quiera refrescar la memoria puede echara un vistazo a su Web.
En Noviembre de 2010 el Ministerio de Cultura le concedió el Premio Nacional de Interpretación Musical. ¡Con sólo 38 años! Ningún riosecano antes había obtenido galardón similar. Tal vez no conozcamos en muchos años, si es que llegamos a conocerlo, una distinción semejante a otro de los nuestros. Diego merecía -merece- un homenaje acorde con esa distinción. Pero el Rioseco oficial no se ha dado por enterado. Otorgarle a un Premio Nacional, trece meses después, una mención el día de la Constitución -entre ¡treinta y cinco! personas más- es un ejemplo doloroso de cómo pueden cegarse, en quien menos debería, las luces de la sensibilidad y valoración del merito.
Pero el pueblo, al menos lo mejor y desprejuiciado de él, sabe que Diego es una de las mejores cabezas y sensibilidades de esta generación. Sabe de su generosidad, llaneza y riosecanismo cabal, sin estridencias.
No faltará entre algunos riosecanos ecuánimes una reflexión, un lamento íntimo, sincero, ante tal cicatería. Ese pesar valdrá, quizá, por todas las menciones que puedan otorgársele en un disimulo confundidor, entre treinta o trescientos.