El viento y la lluvia derribaron ayer, a media tarde, una gárgola de piedra de la fachada de la iglesia de Santa María. Por suerte el incidente no causó ningún daño a pesar de que fue presenciado por una mujer desde su coche, sobre el que cayeron algunas pequeñas piedras.
La gárgola caída, representando a un animal fantástico, habría que datarla en los primeros años del siglo XVI, ya que estaría sobre la capilla de los Palacios, que en 1513 estaba finalizada.
Tras el suceso, uno de los primeros en llegar al lugar de los hechos era el párroco, Juan Carlos Fraile, quien se alegró de que no hubiera habido ningún daño personal. También se acercaban algunos vecinos, como la propietaria de un establecimiento que está frente a la fachada de la iglesia y que, con el susto todavía muy presente, expresó el gran estruendo que había provocado la piedra al caer al suelo. Para evitar que la gárgola interrumpiera el tráfico en la calle Santa María, entre varios viandantes fue subida a la acera, y más tarde retirada por un miembro de la Policía Local.
Más tarde llegaba el presidente de la Asociación para la Conservación y Restauración de los Templos, Antonio Santamaría, quien señaló que a primera hora de hoy iba a dar conocimiento del suceso a la Dirección General de Patrimonio, solicitando la restauración de la gárgola “por ser un elemento importante en la fachada gótica del templo”. Además, Santamaría indicó que también se iba a alertar de la necesidad de tomar alguna medida respecto al mal de la piedra (descomposición superficial de la piedra en forma de exfoliaciones, arenilla y desprendimiento de las capas externas) que sufren muchos elementos arquitectónicos de esta iglesia declarada Bien de Interés Cultural. También recordó el gran peligro para los viandantes de este tipo de desprendimiento que ya habían tenido lugar más veces.
Sin duda, esta iglesia de Santa María es uno de los emblemas del patrimonio de la Ciudad de los Almirantes. El templo comienza a construirse a finales del siglo XV y en 1516 el arquitecto Gaspar de Solórzano la concluye. Su esbelta torre barroca, obra del arquitecto riosecano Pedro de Sierra, se alza elegante sobre los cielos de Medina de Rioseco.