El valiente guarda de La Vega


Teresa Casquete. Historiadora del Arte

El guarda de La Vega, en una postal de la época

A Salvador Gómez Pérez no le impresionaban los señoritos que amparados en títulos o apellidos rimbombantes, se creían por encima de todas las leyes. Para él, antes que la prepotencia de cualquier cacique, estaba el cumplimiento de su deber y su trabajo. A principios del siglo XX, Salvador Gómez era el guarda jurado de la famosa finca riosecana de La Vega, y protagonizó un sonado hecho judicial, ampliamente recogido en numerosos periódicos de la época, pero del que los vecinos actuales de nuestra ciudad ya no guardan recuerdo.

En enero de 1913, el periódico El Liberal se hacía eco de este curioso incidente ocurrido en Medina de Rioseco: El suceso ocurrido en el distrito de Medina de Rioseco, provincia de Valladolid. Un guarda particular denunció la entrada de dos individuos, con escopeta y perros, en la finca encomendada a su custodia. El tribunal municipal condenó el hecho con arreglo a la Ley de Caza; pero apelado el juicio, el juez de primera instancia, don Juan Rodríguez Vargas, absolvió a los dos denunciados.

Los dueños del coto donde la infracción de la Ley de Caza se había realizado, recurrieron ante el Tribunal Supremo, que en 27 de abril casó la sentencia, estableciendo la misma condena que el Juzgado municipal para los culpables.

Lo expuesto era lo bastante para que ese juez, cuya sentencia había casado el Tribunal Supremo, no apareciese ni a cien kilómetros del coto donde la caza estaba prohibida, para ser el primero en dar ejemplo a la ley.

Pues nada de eso, dicho funcionario judicial, que por lo expuesto no podía alegar ignorancia de que allí estuviese prohibido cazar, se presentó en dicho coto, muy armado de escopeta y perro, claro es que sin previo permiso del dueño de la finca.

Portada del semanario riosecano “La Voz del Pueblo”, con el relato de los hechos.

Un honrado hijo del pueblo, fiel cumplidor de sus deberes, llamado Salvador Gómez Pérez, era el guarda jurado encargado de la vigilancia de la finca.

En cuanto vio cazando al juez D. Juan Rodríguez Vargas, se acercó al mismo y le recordó la prohibición de dedicarse en aquel coto a las faenas cinegéticas.

El Sr. Rodríguez Vargas le alegó que era el juez de primera instancia, y el guarda jurado Salvador Gómez, que sabía que la misión de los jueces es administrar justicia y no andar a tiros con los conejos, denunció el hecho hasta dos veces, pues el señor juez realizó por duplicado las infracciones de la Ley de Caza.

Enterado de estas cosas, el digno presidente de la Audiencia de Valladolid, don Liborio Hierro, concedió a las mismas toda la importancia que tenían, para el debido prestigio de los tribunales de justicia. Reunió la Sala de gobierno y se adoptó el acuerdo de nombrar como juez especial que interviniese en estas denuncias al juez decano de Valladolid, D. Mariano Cuesta Carrión.

Conoció de los autos este dignísimo funcionario de la carrera judicial, y en vista de los cargos acumulados contra el señor Rodríguez Vargas, dictó contra él dos sentencias condenándole como infractor de la ley de Caza, a pesar y por encima de las consideraciones de ser juez de instrucción de Medina de Rioseco.

Alabados sean los magistrados y jueces que honran la toga y se honran a sí mismos”

Hay que aclarar que el ínclito cazador cazado o juez enjuiciado, Juan Rodríguez Vargas, era el magistrado de instrucción de Medina de Rioseco, puesto que venía desempeñando desde hacía poco más de año y medio.

El arrojo y el empeño del guardia de La Vega en el cumplimiento de su deber, llamaron tanto la atención de los medios de comunicación nacionales, que meses después de esta crónica, aún aparecían referencias al hecho en la prensa. En concreto, el diario “El Mercantil”, en su número del 18 de agosto de ese mismo año de 1913, publicaba lo siguiente: Felicitación a un Guardia Jurado. En Medina de Rioseco (Valladolid) se dio el caso verdaderamente excepcional y admirable de que un guardia jurado denunciase por dos veces al Juez de primera instancia del partido por infringir en dos ocasiones la ley de Caza en la finca en que presta servicio el guardia jurado.

Sabedora la Junta del Instituto Agrícola Catalán de San Isidro de la noble conducta de Salvador Gómez Pérez –que tal es el nombre del guardia en cuestión- envióle felicitación muy cariñosa a la que ha contestado con palabras de profundo agradecimiento para el Instituto, manifestando que la comunicación que éste le envió la colocará en un cuadro en lugar preferente de su vivienda y recomendando a sus hijos la conservación del documento.”

Pero los hechos ocurridos tuvieron mucho mayor alcance y para conocerlos hay que acudir, como es habitual, a la prensa local. Los detalles de los mismos aparecen recogidos en el desaparecido semanario riosecano “La Voz del Pueblo”, y pueden leerse en la portada que reproducimos en este reportaje. El número aparecido el 24 de marzo de 1913, nos descubre también la injusta detención del guardia de La Vega, la implicación en el despropósito del juez de varias de sus amistades de Rioseco, así como la posterior pérdida del famoso Rodríguez Vargas de su magistratura riosecana, decretada por el ministro de Gracia y Justicia.

Pero la información ofrecida por “La Voz del Pueblo” va mucho más allá del caso en sí. Nos habla del clasismo imperante en la localidad al comenzar el siglo XX, de las rivalidades políticas exacerbadas y de los rencores subyacentes que existían entre la vecindad en esos momentos. Un pésimo ambiente que venía arrastrándose desde algunos siglos atrás y que dieron catastróficos frutos dos décadas después. Y que hoy, por suerte, ya es parte del pasado y no del presente de Medina de Rioseco.

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