El toreo es grandeza, el riosecano también


El Toreo es grandeza. Así tituló el crítico taurino Joaquín Vidal un libro de relatos que publicó en 1987 ediciones Turner y cuya portada de la primera edición traemos hoy a este rincón de La Voz del Ayer. ¿Por qué? Porque el protagonista de esa impresionante fotografía que la ilustra es un riosecano que, en una capea del Carnaval del toro de Ciudad Rodrigo, pasa por naturales a un cuajado ejemplar cuyo astifino pitón izquierdo busca el corazón del torero.

 Francisco Pérez Mateo, Paquito Cabañas como nombre artístico. Torero de dinastía, hijo de Bernardino, el Chato Cabañas. Nunca figuró en carteles de relumbrón pero llevó a gala su torería, aunque las soñadas verónicas de alhelí se las diera al aire y el capote fuera el verdinegro delantal del negocio familiar, hasta su temprano fallecimiento, el 22 de abril del 2009 a los 58 años.

Sirva desde aquí esta fotografía, en vísperas de San Juan, como homenaje a todos esos riosecanos que, de una u otra manera, han sentido el gusanillo de la afición y han participado de la grandeza del toreo. Porque, como bien reza el título del libro, ya sea en la corrida estelar de una gran feria o en la más humilde capea o becerrada de una plaza de talanqueras, el toreo es grandeza.

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