El riosecano que fundó el primer hospital de Perú

Escasos días después de su nacimiento, como era costumbre en la época, era bautizado en la parroquia de Santa María -un 4 de octubre de 1589- Andrés Pérez de Castro, hijo de Francisco Pérez y María de Castro, originarios del pueblo de Villacid. La oportunidad de oro de ampliar el futuro que ofrecía América entonces, le hicieron emigrar a Perú en 1610, siendo aún soltero y joven. Y bajó las órdenes de Juan de la Fuente se embarcó en un largo viaje, hasta la ciudad de Cuzco.

Allí logró prosperar enormemente, tanto que llegó a ser nombrado Regidor Perpetuo de esta ciudad y ser nombrado Caballero de la Orden de Santiago. Pero por si algo es reconocido aún en esas tierras es porque poco antes de su muerte, donó la enorme cifra de 100.000 pesos para la construcción del Hospital de la Caridad de San Andrés. El primer hospital de Perú.

En un principio este hospital sólo admitía españoles y hombres, aunque más tarde logró abrir una sala para mujeres y tiempo después para mestizas, gracias a la renta de 200 pesos anuales, que dejó en su testamento el propio Andrés Pérez.

Este testamento fue otorgado al año siguiente, en Lima, el 10 de enero de 1647, y de él se conserva una copia en el Archivo Diocesano de Valladolid. No sólo puede leerse en él, cómo el dadivoso riosecano fundó este hospital, sino también cómo dejó dinero para ayudar a los pobres y desvalidos, especialmente a las chicas jóvenes sin recursos económicos. “Dota a quince doncellas, pobres y beneméritas en virtud…, para que tengan remedio de casadas, o religiosas de velo blanco o de velo negro”, dice dicho documento.

En su magnífico legado, Andrés Pérez, también dejó 30.000 pesos para fundar un convento franciscano recoleto, sin determinar la ciudad donde sería construido, dejando la decisión en manos de cuatro frailes de la orden. Finalmente el monasterio fue construido en Arequipa, y allí entre otras muchas obras de arte, se conserva el retrato de este nuestro paisano, que aquí reproducimos, sintiendo mucho no haber podido encontrar una fotografía de mejor calidad del cuadro, por mucho que lo solicitamos a dicho convento-museo.