El ‘riosecano’ Ángel Peralta, Medalla de Oro de las Bellas Artes

El rejoneador sevillano es Hijo Adoptivo de Medina de Rioseco por la realización de 50 festivales taurinos a beneficio de la residencia de ancianos

El rejoneador Ángel Peralta, Hijo Adoptivo de Medina de Rioseco y Cruz de Beneficencia por la organización de más de 50 festivales taurinos a beneficio de la Residencia de ancianos de Rioseco, ha sido reconocido hoy con la medalla al mérito de Bellas Artes concedida por el Consejo de Ministros. El rejoneador, ganadero y escritor sevillano Ángel Peralta Pineda ha dicho que se trata de «un orgullo» y «un compromiso para seguir mereciéndolo».

El jinete de La Puebla del Río (Sevilla) ha querido ubicar la concesión de este galardón dentro del delicado momento que atraviesa la tauromaquia, que vive su particular crisis. «El problema es que se ha perdido la cultura del toro, de lo que significa el toreo, y los detractores de la fiesta se quieren basar en unos supuestos derechos de los animales», señala Peralta. Según el rejoneador, «el toro no sufre en la plaza. La bravura supera al dolor, sus ganas de embestir, de dar buen juego.

En el fondo se trata de un problema político que comenzó en Cataluña y se ha usado para soltar amarras con España. Pero ellos son España, y nosotros, también». En cualquier caso, Ángel Peralta ha remarcado que este premio viene a distinguir la especialidad del rejoneo, una actividad que supone «convertir tu caballo en artista, sumar el arte con el que torea el caballo y el arte con el que el rejoneador hace que se guste en las suertes».

El llamado Centauro de La Puebla afirma que el caballo «no es nada sin su jinete, pero el jinete tampoco es nada sin su caballo». Ángel Peralta ha tenido un recuerdo especial para su hermano Rafael, compañero de tantas tardes e integrante de ese cartel -junto a Álvaro Domecq y José Manuel Lupi- que se denominó «Los cuatro jinetes de la Apoteosis».

«Éramos cuatro amigos en la calle y cuatro enemigos en la plaza. Recuerdo aquel tiempo con mucho cariño, pero en la plaza ni nos conocíamos», rememora el veterano jinete. El rejoneador recuerda sus comienzos y toda una vida a caballo en la que llegó a ejercer de actor de cine: «Hice una película con Juanita Reina, ‘La novia de Juan Lucero’, y luego participé con Marisol en ‘Cabriola’. Ése fue uno de los caballos más importantes de mi vida.

Me lo regaló Antonio Aguilar, un gran cantante mexicano. Era un caballo fabuloso, valiente e inteligente al que era muy fácil enseñarle todo tipo de cosas». Su preocupación por innovar le llevó a crear nuevas suertes, como la hoy imprescindible suerte de la rosa. La suya es una vida hecha a caballo que tampoco se puede separar de su faceta de escritor: «He hecho muchas sevillanas. Les ponía música Manuel Pareja Obregón, que para mí ha sido uno de los mejores músicos de sevillanas que ha habido. Después empecé a hacer sonetos, décimas, y he escrito algún cuento que otro y el pasado año publiqué un libro de pensamientos que titulé ‘Cabriolas de mi mente'».

Peralta rememora aquellos años irrepetibles en los que España era un refugio de las grandes estrellas de Hollywood. «Recuerdo todo con mucho cariño y sobre todo con la satisfacción de haber tenido la oportunidad de haber participado en reuniones irrepetibles. Yo iba a hacer una película con Ava Gadner, que se tenía que haber titulado ‘El centauro de las Marismas’.

Hice el guión, pero Ava quiso torear y se cayó del caballo. Se hizo daño y ahí se acabó toda la película», dice divertido. También ha sido un testigo privilegiado de la evolución del rejoneo, aunque advierte de que «lo importante en el toreo clásico sigue siendo lo mismo: compartir las distancias con el toro, crear la suerte, ejecutarla y sobre todo rematarla, como todo en la vida. Hay que torear de poder a poder, de frente, y clavar al estribo. Esas formas clásicas son inmutables». La medalla de oro de las Bellas Artes viene a premiar toda una carrera y una trayectoria pero da la impresión de que a Ángel Peralta siempre le queda algo por hacer: «Nunca se termina de aprender en la vida. Me queda poco tiempo pero me gustaría haber hecho muchas más cosas», concluye.

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