A pesar de sus diez años, Álvaro García Gutiérrez tiene ya una incipiente afición a hacer fotografías como éstas que nos envía en las que ha querido capturar, desde la parva del el río Sequillo, el imponente ábside de la iglesia de Santiago con la torre de Santa María como testigo. Sin duda alguna, como escribe Andrés Muñoz en su acertada guía sobre Medina de Rioseco, se trata de “uno de los más sorprendentes hallazgos del gótico final: un triple ábside, de enormes proporciones, del que emerge una sensación de volumen puro, casi abstracto, conseguido gracias a la repetición de formas curvas en un gran conjunto”. Un buen homenaje a la exposición de La Edades del Hombre cuando ya llega a su fin.