El histórico Hostal de los Almirantes y su piscina


Teresa Casquete Rodríguez. Historiadora del Arte


Los Enríquez nunca hubieran imaginado cuánto les daría de sí a sus súbditos en el futuro, su título del Almirantazgo de Castilla. Y es que el nombre de Almirantes ha sido, desde los años 40 hasta hoy, un socorrido y continuo reclamo turístico para nuestra ciudad, usado como lema de atracción de visitantes o como apelativo de empresas, una de ellas situada, precisamente, en el solar de su palacio.

El 20 de febrero de 1967, el ministro de Información y Turismo, Manuel Fraga visitaba Medina de Rioseco para inaugurar un nuevo centro hotelero en Medina de Rioseco, el Hostal de los Almirantes. El León de Villalba llegó a Rioseco tras inaugurar otro centro hotelero en Medina del Campo y visitar las obras de otro más en Villardefrades. Tras cortar la cinta inaugural del establecimiento riosecano y asistir a su bendición, fue obsequiado con el título de Hijo Adoptivo de Medina de Rioseco en un acto organizado en el ayuntamiento, en el que también se entregaron los premios de un concurso organizado por la CITE.

Durante los años 70, 80 y 90 el Hostal, como era conocido en nuestra ciudad, fue uno de los referentes turísticos de la misma. Los riosecanos se daban cita en sus aledaños cada vez que algún famoso ocupaba alguna de las habitaciones, como fue el caso de Julio Iglesias e Isabel Preysler. Y eran cientos los paisanos que acudían a las puertas del Hostal el día de San Peralta, para ver los coches de los toreros, cómo los ayudas limpiaban capotes y muletas, al finalizar el Festival, o hacerse con alguna foto y algún autógrafo de recuerdo de los maestros.

La piscina del Hostal era una alternativa a las Municipales, y para su construcción se hizo una excavación que dio lugar a que apareciera un escudo de los Enríquez tallado en piedra, que el anterior propietario del centro hotelero usó como decoración del local, junto a un sable francés de caballería, encontrado en El Moclín.

El Hostal de los Almirantes, fue testigo de los años del despegue turístico de la ciudad, lugar de celebración de bodas y cenas de amigos, tranquila terraza desde la que ver a los paseantes del tontódromo (como ha bautizado Vicente Martín el circuito entre el Paseo y el Canal). Hoy, sin uso y abandonado a su suerte, lleno de maleza y suciedad, es una pésima tarjeta de presentación para cuantos turistas usan la entrada principal del municipio. Su mejor destino sería quizá la demolición y el uso de su solar para ampliar el Parque Duque de Osuna.

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