El fulgor de Pablo Magdaleno

Los Magdaleno encendisteis sobre el escenario del Teatro una gran hoguera
Tú, eres un niño con suerte, tienes los maestros en casa

José Antonio Pizarro García

A Pablo Fernández Entrena

Mira, Pablo, estuve en el merecido y justo homenaje a tu bisabuelo, justicia que en este caso resultaba alegre y esperanzadora, el día  en que se cumplía el centenario de su nacimiento. Lo hice acompañado de mi hija Marina, a quien le encanta la música. Se sorprendió de lo visto y escuchado en el Teatro Principal. Supongo que como a todo aquel con un mínimo de sensibilidad, sin distinción de edades o lugar de nacencia, aunque a los riosecanos que le conocimos el acto nos calase  más hondo.

Los adultos que tomaron la palabra dijeron cosas hondas, sensatas y cabales, dándonos un atinado retrato humano del homenajeado, un encendido elogio, personal y profesional del bisabuelo, que seguro entendiste. Pero también dijeron cosas incomprensibles para un niño. Tu padre citó a Novalis, “Toda ceniza es polen”. Me trajo el recuerdo de un libro  sobre Rioseco en el que se dice:  (…) Uno sabe también  que, lo mismo que basta con aplicar al rescoldo un poco de aire para que brote la llama, basta con concentrar la atención sobre las cenizas del pasado para que de ellas surja, siquiera fugazmente, el breve fulgor que nos permite vislumbrar el latido de las pequeñas historias que el río de la vida arrastra y sumerge y el perfil de las personas que la ola del olvido borra de la memoria del mundo. (El Fulgor de la ceniza, Fernando Pizarro).

Los Magdaleno encendisteis sobre el escenario del Teatro una gran hoguera (tan cercano San Juan) iluminando esplendorosamente la figura de Pablo. Tras su gran foto en el escenario, se tejió un inmenso tapiz invisible, donde percibir nítidamente su categoría musical  y humana, haciendo saber a los que no lo conocieron, o habían olvidado, que forma parte destacada de la historia reciente de esta Ciudad, por su contribución a  hacerla mejor, por ese polen que tanto fruto ha dado. Frente al olvido, que es la patria definitiva de todo ser humano, vosotros, tú, tus primos, tíos y  padre, conseguís que siga en nuestra memoria, interpretando su música, recodando al hombre, con vuestra propia trayectoria artística

En fin, Pablo, tal vez hayas escuchado en el entorno familiar, o la harás pronto, que en los cuarenta años de democracia que se conmemoran estos días los políticos no han sido capaces de elaborar una ley de educación como el país requiere, de calidad y  perdurable. Y que en todos los intentos, la educación musical ha sido desatendida. No sé si a vosotros os afecta demasiado;  habéis creado vuestra propia academia, dando una especie de corte de mangas al sistema.

Tu padre, Pablo, ha contado en uno de sus libros que cuando era niño su sueño fue durante años siempre el mismo: estudiar con Miguel Frechilla y Pedro Zuluaga. Conseguirlo fue una de las mayores alegrías de su vida. Tú, eres un niño con suerte, tienes los maestros en casa. Pero también una responsabilidad, mantener vivo el fulgor del apellido: doblemente, por tu bisabuelo y por tu padre. Hermoso horizonte.

              Un abrazo.

P.D.: Entre bambalinas vi sonriente, feliz, a tu abuelo Diego.

Marina ha guardado en una carpeta de recuerdos especiales el programa del homenaje que la dedicaste.

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