El escultor riosecano Ángel Martín desnuda al artista

El imaginero, autor de la escultura homenaje al Cofrade, participa en la primera de las tertulias 'Tardes con Arte' en la Fábrica de Harinas San Antonio


Casi como el escultor que, poco a poco, golpe a golpe, con su gubia va descubriendo la escultura que se esconde tras el bloque de mármol o el tronco de madera; ayer, el imaginero riosecano Ángel Martín fue retirando la madera sobrante de sus recuerdos, tallando sus experiencias y desbastando sus inicios como artesano. El resultado fue que la escultura de su vida profesional fue tomando forma, para deleite del más de medio centenar de personas que asistió a esta primera edición de Tardes con Arte, que inauguró el escultor riosecano, con una interesante conferencia que desembocó en una mesa redonda, donde Martín contestó todas las inquietudes, dudas y sugerencias de los asistentes.

El lugar elegido fue la panera de la Fábrica de Harinas San Antonio, donde precisamente estos días permanece expuesta una muestra retrospectiva de su obra. 35 años de trabajo autodidacta resumidos en pequeñas obras, moldes, bocetos, algunas piezas emblemáticas… todo ello “para que sirva al visitante como un manual de iniciación a la talla en madera”. El mismo que ha experimentado él desde que con 17 años empezó dar sus primeros golpes de gubia. Para Ángel Martín, autor entre muchas obras de la escultura homenaje al Cofrade, todos estos objetos, que se muestran en esta exposición antológica, son muy importantes. “A menudo permanecen olvidadas en cualquier rincón del taller, pero no hay que olvidar que son el génesis de la pieza final”, dijo.

Antes, el alcalde de la localidad, Artemio Domínguez, había introducido al protagonista y reveló “los descubrimientos que se hacen cuando se visita su taller”. El imaginero explicó que para una obra en madera, primero hay que modelarla en arcilla y luego en yeso, antes de pasar al madero; para estudiar volúmenes, cánones, formas… en definitiva, para tener una primera visión de la obra. Martín no escondió su técnica, ni algunos de los secretos de su milenario oficio y fue desgranando el apasionante proceso desde que una escultura no es más que un montón de tablones madera hasta que, por ejemplo, pueda desfilar por las calles si se trata de un paso de Semana Santa.

Enumeró los trabajos que recuerda con más cariño: las andas para el Cristo de la Buena Muerte de Valladolid, “la primera vez que tuve un yacente de Gregorio [Fernández] entre mis manos”; las andas para la Virgen de la Vulnerata de Valladolid; los diferentes tableros para la Semana Santa de Medina de Rioseco, como el del Cristo de la Paz, Ecce Homo, Piedad y Oración en el Huerto; la réplica de la patrona de Paredes de Nava; el Cristo crucificado vivo para la residencia de ancianos de Santo Toribio de Mayorga, el paso del Santo Entierro de León y, por supuesto, la escultura homenaje al Cofrade, que luce en el atrio de la iglesia de Santa Cruz; “una temática que daría para una conferencia e incluso para una exposición”, dijo el escultor.

Cuando dio su último golpe de gubia a la conferencia y policromó todas las preguntas que le hicieron, los asistentes conocieron más a Ángel Martín, el escultor riosecano, que no dudó en desnudar al artista.

Un nuevo audiovisual y pequeñas esculturas de Semana Santa, ya a la venta
Ángel Martín, definido por Jesús Amigo como el Antonio López riosecano “por su busqueda del realismo y su sencillez y humildad”, tenía preparada una última sorpresa. Tras la conferencia presentó una edición del audiovisual realizado por el periodista riosecano José Ángel Gallego, Ángel Martín. Diario de un imaginero, que recoge el proceso de una obra esculpida por el riosecano. Además mostró a los asistentes una colección de pequeñas esculturas que representan a los cofrades riosecanos y que saldrán a la venta por un precio de entre 10 y 15 euros. Son cinco modelos diferentes realizados en resina: un pardal, un tapetán, un cofrade con horquilla, otro con farol y la réplica de la escultura homenaje al cofrade. Se podrán adquirir en los diferentes museos de la localidad en cuatro colores: morado, blanco y negro, colores de la Semana Santa de la Ciudad de los Almirantes, y con una pátina que replica al bronce. Sin duda, un gran recuerdo para todos los vecinos del municipio y, sobre todo, para los visitantes.

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