El conquistador riosecano Francisco de Saucedo

Participó a las órdenes de Hernán Cortés en la conquista de México
En su juventud trabajó para la poderosa familia de los Enríquez

Gonzalo Franco Revilla

Bernal Díaz del Castillo

Francisco de Saucedo (Medina de Rioseco Corona de Castilla 14??- México-Tenochtitlan, 30 de junio de 1520) fue un conquistador español que participó en la conquista de México bajo las órdenes de Hernán Cortés. Procedente entonces de una de las villas comerciales más importantes de la corona de Castilla, son pocos los datos biográficos que se conocen sobre su persona, pero su participación en una de las gestas históricas más importantes de la conquista de América –El sometimiento del reino Azteca– le hace acreedor de formar parte de esta serie de biografías de riosecanos ilustres.

En su juventud había trabajado para la poderosa familia de los Enríquez, señores de la villa de Medina de Rioseco emparentados con la dinastía de los Trastámara y poseedores del título de Almirantes de Castilla. Como muchos jóvenes hidalgos y no tan hidalgos, el conocimiento de unas nuevas tierras desconocidas allende el océano Atlántico, despertó el ansia de aventuras y de riquezas en sus expectativas vitales. Por lo que conocemos, Francisco de Saucedo encaminó sus pasos a la milicia y es en la isla de Cuba donde nos encontramos noticias de su vida y un retrato de su figura que le define muy certeramente: Que era muy polido (sic) por pulido y refinado, por cuya causa sus compañeros le apodaban el Galán.

Entrada de Hernán Cortes en Technotlitán

En el libro de Antonio de Solís y Ribadeneyra. Historia de la conquista de México, en el capítulo XIX aparece su nombre. Fue capitán de una de las once embarcaciones que salieron de la isla de Cuba con destino a la isla de Cozumel el 10 de febrero de 1519. “Habíase agregado un bergantín de mediano porte a los diez bajeles que estaban prevenidos: y así formó Cortés de su gente once compañías, dando una a cada bajel: para cuyo gobierno nombró capitanes a Juan Velázquez de León Portocarrero, Francisco de Montejo, Cristobal de Olid, Juan de Escalante, Francisco de Morla; Pedro de Alvarado, FRANCISCO SAUCEDO y Diego de Ordaz; que no le apartó para olvidarle, ni se resolvió a tenerle ocioso, dejándole desobligado y reservando para si el gobierno de la capitana».

Retrato de Hernán Cortés

Así Hernán Cortés decide partir hacia Tenochtitlán, la capital del imperio Azteca. En la sierra, los tlaxcaltecas se les unieron ya que ellos siempre habían sido enemigos de los aztecas. Llegaron a Tenochtitlán el 8 de noviembre de 1519 y la impresión que causó entre los españoles fue tal que se maravillaron de todo lo que vieron, según el relato de primera mano de Bernal Díaz del Castillo, que comparaba a la capital azteca con Venecia. Moctezuma los recibió como huéspedes, así fue cuando se dieron cuenta de las riquezas que poseía este imperio, por lo que deciden hacer prisionero a Moctezuma, quien no opuso resistencia a Hernán Cortés debido a que estaba todavía muy inseguro acerca de la lealtad que les debía profesar a los supuestos dioses.

Pánfilo de Narváez mientras tanto llega a Ulúa al mando de 1400 hombres, con la intención de acabar con Hernán Cortés, por indicaciones de Diego de Velázquez, por lo que Cortés tuvo que partir rumbo a Ulúa para enfrentarse a Narváez, y deja a Pedro de Alvarado en Tenochtitlán como jefe del destacamento. Hernán Cortés, en su lucha, obtiene la victoria en Zempoala, por lo que muchas de las personas que venían con Narváez se unen a él. Por estas fechas los indígenas tenían un importante ritual religioso que implicaba la realización de algunos sacrificios humanos, y uno especialmente horrible era el que se hacía en honor a Huitzilopochtli, que consistía en abrirle el pecho a un joven, sacarle el corazón y cortarle la cabeza para seguidamente enterrar sus restos con gran pompa. Al enterarse de la circunstancia, Pedro de Alvarado, soldado de gran valor, pero de corta visión política, realiza una gran matanza de indígenas quienes ante este hecho se rebelan.

Historia verdadera de la Conquista de la Nueva España

Así cuando regresa Cortés encuentra a la ciudad en una gran agitación social. En medio de esa gran lucha Hernán Cortés le pidió o más bien obligó a Moctezuma a que calmara a su gente, y así lo hizo Moctezuma que salió a tratar de tranquilizar a los furiosos habitantes de Tenochtitlán, quienes al ver tal falta de carácter de su líder le dejaron caer una lluvia de piedras haciendo que Moctezuma perdiera la vida, aunque otra versión cuenta que, en realidad, estaban tirando flechas y piedras a los españoles, y que alguno de esos proyectiles mató al emperador por error. Teoría comprensible porque toma en cuenta las profundas creencias religiosas que los hubiera convertido en sacrílegos al atacar al emperador.

Hernán Cortés decide que lo mejor es salir a escondidas de la ciudad, pero son descubiertos y se ven envueltos en una feroz lucha donde los Mexicas (Aztecas) matan a la mitad del ejército de Cortés quienes apenas pudieron defenderse. Así, Hernán Cortés, sale de Tenochtitlan el 30 de Junio acompañado de algunos de sus hombres, perdiendo todas las riquezas que habían obtenido en la huida y derrota que acabará conociéndose como la “Noche Triste”, y es en esta huida desesperada donde muere Francisco de Saucedo, el 30 de Junio de 1520.

El relato de los hechos y de toda la conquista está pormenorizadamente contado por Bernal Díaz del Castillo, un soldado a las órdenes del capitán Pedro de Valdivia, quién escribió la crónica, ya muy anciano con 84 años de edad, aunque de la autoría de la obra como de su lugar de origen: Medina del Campo, existen muchas dudas y controversias. Resulta un relato ameno e interesante de la conquista de México. Así cuenta Bernal el episodio de la muerte del riosecano Saucedo:  Libro: Historia verdadera de la conquista de la Nueva España, de Bernal Díaz del Castillo. Tomo II pág 87.

En aquel cú y fortaleza nos albergamos y se curaron los heridos, y con muchas lumbres que hicimos, pues de comer ni por pensamiento; y en aquel cú y adoratorio, después de ganada la gran ciudad de México, hicimos una iglesia que se dice Nuestra Señora de los Remedios, muy devota, y van ahora allí en romería y a tener novenas muchos vecinos y señoras de México. Dejemos esto y volvamos a decir qué lástima era de ver curar y apretar con algunos paños de mantas nuestras heridas, y como se habían resfriado y estaban hinchadas, dolían.

Pues más de llorar fue los caballeros y esforzados soldados que faltaban, que es de Juan Velázquez de León, Francisco de Saucedo, y Francisco de Morla, y un Lares el buen jinete, y otros muchos de los nuestros de Cortés. Para qué cuento yo estos pocos, porque para escribir los nombres de los muchos que de nosotros faltaban es no acabar tan presto, pues de los de Narváez todos los más en los puentes quedaron cargados de oro. Digamos ahora el astrólogo Botello no le aprovechó su astrología, que también allí murió con su caballo. Pasemos adelante, y diré cómo se hallaron en una petaca de este Botello, después que estuvimos a salvo, unos papeles como libro, con cifras y rayas y apuntamientos y señales, que decía en ellas: Si me he de morir aquí en esta triste guerra en poder de estos perros indios. Y decía en otras rayas y cifras más adelante: No morirás.

Desde finales de abril de ese mismo año, Hernán Cortés había botado al agua trece bergantines que jugaron un papel muy importante en el asedio de la isla, donde se erigía la ciudad que habría de pasar a ser conocida como México. Pero de todo ello no pudo disfrutar Francisco de Saucedo, aunque le cupo la gloria de estar en el principio de la gran epopeya histórica de la conquista del imperio azteca, de la conquista de México.

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