El Arco Ajújar y la fundación de Rioseco


Teresa Casquete Rodríguez. Historiadora del Arte

Grabado de finales del siglo XIX, en el que se aprecia la espadaña con la campana de la ermita y la cruz sobre el dintel del balcón.

Como aún permanecen ocultos a la vista y sin analizar algunos restos arquitectónicos medievales (lienzos y torres de la muralla, puente de Santiago, una capilla del templo primitivo de Santa Cruz, etc) podemos afirmar que la Puerta de Ajújar es la construcción más antigua de cuantas se conservan en Medina de Rioseco.

Esta entrada al municipio se levantó en el siglo XIII como una torre-puerta defensiva, de la que partía el camino que unía Rioseco con Palencia. Quedan aún in situ las ménsulas que sostenían los matacanes, la ranura por la que se deslizaba el rastrillo, el dintel de madera original en el que encajaba el portón de cierre y en el interior una techumbre mudéjar cubierta por una capa de yeso y la escalera de subida al adarve. Su diseño guarda gran similitud con otras construcciones  de defensa coetáneas y muy especialmente con la Puerta del Paseo Real, de Aguilar de Campoo.

Fotografía del arquitecto Leopoldo Torres Balbás, realizada en los años 20 del siglo pasado con los restos del Cuartel de Caballería, a la izquierda y de un cañonazo francés en la fachada del arco.
La Puerta de Ajújar en la década de los 30 y en los 50, del siglo XX, respectivamente.

Sobre el significado de su curioso nombre se ha debatido en numerosas ocasiones, siendo la teoría más sostenida la de que “Ajújar” procedería del bereber Aha iuhâr, que significa ciudad. Ajujarajojar también es una palabra que aún se usa en la isla de La Gomera, con el mismo sentido y origen. El término con toda seguridad fue aportado por los mozárabes, cristianos huidos del reino musulmán de Toledo y de Córdoba con los que se repobló en el siglo IX la Tierra de Campos. Estos cristianos tenían un origen étnico hispanorromano y visigodo, permanecieron en sus lugares de origen tras la invasión islámica, hasta que el trato vejatorio (persecuciones,  deportaciones y conversiones forzosas, asesinatos en masa inclusive), por parte de la población musulmana fue tan insoportable, que decidieron trasladarse a las zonas cristianas que iban siendo reconquistadas por los monarcas asturianos. Durante su estancia bajo el dominio del islam, conservaron sus tradiciones y su religión, recibiendo buena influencia en el lenguaje con palabras, giros y nombres propios árabes. Esta huella mozárabe aún pervive en los nombres de los municipios que fundaron durante la repoblación, como es el caso de las denominaciones arabizadas de Medina de Rioseco (medinamadīnah en árabe es ciudad),  Villabrágima (Villa de Ibrahim) o Villacid (cidsīdī en árabe andalusí significa mi señor). Villabaruz (Villa de Baruch), con nombre semita. O Villavicencio (Villa de Vicencio), Villafrechós (Villa de Fructuoso), Villasexmir (Villa de Segimiro) con nombres hispanorromanos o visigodos. También en construcciones en San Cebrián de Mazote, Wamba, San Román de Hornija, etc.

La Puerta de Ajújar en la década de los 30 y en los 50, del siglo XX, respectivamente.

El barrio en el que se ubica el Arco de Ajújar nunca fue de postín. Traspasando la puerta y al menos desde principios del siglo XVI, se encontraban las tenerías. En 1827, aún estaban en funcionamiento cuatro de ellas, de las que apenas quedan hoy unos escasos restos ocultos entre la maleza fluvial. El hedor provocado por la fabricación de curtidos y los tintes daba lugar a que solamente las familias humildes y las que desempeñaban este negocio, habitaran la zona.

En 1521, durante la Guerra de las Comunidades, se instaló una pieza de artillería en su terraza. Y el 1808 se convirtió en el último lugar de resistencia de las tropas españolas al final de la Batalla del Moclín. Por su estrecho pasaje entraron gran parte de los soldados imperiales que saquearon salvajemente la ciudad y hasta principios del siglo pasado la puerta aún conservaba en su cara externa (sobre las dovelas del arco), las huellas de un cañonazo francés. Esta herida de guerra fue borrada junto a la parte baja del canal por el que descendía el rastrillo, en una descuidada restauración realizada por esos años.

Imagen sacada del libro “Los pueblos más bellos de España”, editado en 1982.

Siguiendo la antiquísima costumbre de poner bajo la protección sagrada todas las entradas de las poblaciones, en la Puerta de Ajújar se colocó la capilla dedicada a la Virgen de la Cruz, por lo que en algunas ocasiones también se llamó Arco de la Cruz. De la misma tan sólo queda la imagen titular, de propiedad municipal aunque depositada desde principios del siglo XX en el Convento de Santa Clara. Hoy esta escultura de vestir se exhibe en el Museo de Semana Santa, por el importante papel que desarrolla durante las procesiones del Jueves y Viernes Santo, en el emotivo acto de la Rodillada.

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