
Hace 13 años, cuando las carmelitas decidieron mudarse a Valladolid (hoy la nueva comunidad, refundada como Carmelitas Samaritanas, se reparte entre los conventos de Valdediós, en Asturias, y Viana de Cega, en Valladolid) surgió un interesante proyecto hotelero que finalmente no fraguó.

Entonces este periódico tuvo la suerte de poder visitar el interior de este convento. Sus pasillos, sus estancias, el antiguo refectorio, las celdas, la panera, la ermita interior, los amplios patios y la huerta. Todo ello rezuma la historia de una congregación que permaneció más de cuatrocientos años en la localidad y, que desgraciadamente, se marchó para siempre. El convento ahora clama por su conservación y por una buena solución para que este emblema del patrimonio riosecano no acabe siendo tan solo un recuerdo de la historia.
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