Dos vecinos de Torrelobatón, últimos visitantes de ‘Passio’

El último grupo de Las Edades del Hombre fue muy especial, todos los trabajadores de la exposición, participaron en una divertida visita guiada

Ángel Paniagua y Lourdes Ortega, últimos visitantes de 'Passio'

Punto y final. Passio de Las Edades del Hombre llegó a su fin. A las ocho de la tarde las puertas de la iglesia de Santiago de los Caballeros se cerraban y con ellas la decimosexta edición de Las Edades, aunque hoy a las 11 horas se abrirán de nuevo para la clausura oficial a cargo de la consejera de Cultura y Turismo, Alicia García.

Los últimos visitantes fueron el matrimonio Ángel Paniagua y Lourdes Ortega, vecinos de Torrelobatón, quienes esperaron a última hora para visitar la exposición. “Casi no llegamos”, decían, “pero al final ha merecido la pena, porque la muestra es estupenda, digna de ver. Nos ha gustado más que la de Medina del Campo”, decía Lourdes Ortega, quien se queda con la pieza del yacente de Gregorio Fernández y con “la simbiosis entre las obras de la exposición y la propia iglesia”.

Estos fueron los últimos visitantes a título individual de Passio, pero el último grupo también fue reseñable. Todos los trabajadores de la exposición, guías, seguridad y otros empleados hicieron su última visita guiada, donde no faltaron las anécdotas, los recuerdos y las vivencias de estos más de siete meses.

Hoy con la clausura, Passio comenzará su adiós definitivo y poco a poco el más de medio centenar de piezas volverá a sus lugares de origen. Más tarde comenzará el desmontaje de paneles y estructuras y la iglesia de Santiago, en aproximadamente dos meses, volverá a su estado original. Ya hay ganas por ver el restaurado retablo con luz natural. Será algo espectacular.

Ayer, cuando quedaban escasos minutos para el cierre definitivo de Passio, recorriendo por última vez los intensos espacios de la iglesia transformada en exposición, pasando de nuevo junto a las obras maestras de Juan de Juni, Gregorio Fernández, Juan de Valmaseda, Pedro de Mena, Alejo de Vahía o Luis Salvador Carmona, no pude por menos de sentir un sentimiento mezcla de tristeza y nostalgia por saber lo que ya no volvería a ver nunca jamás. Un momento en el que, quizás por la eminente y dolorosa perdida, vislumbré la magnitud de lo que en la iglesia de Santiago había ocurrido en los últimos meses, no sé si apreciado en su totalidad. Entonces, en una de las paredes leí la significativa frase de “Cuan pobres y cuan ciegos, ay, nos dejas”, que escribiera Fray Luis de León. Por Miguel García Marbán

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