Dos madrileños ganan en marzo y en abril

Ignacio Rubio, con su relato 'La Huida' y Rosa Molina, con 'Los ojos bizcos de la lluvia' son los premiados del concurso 'No te enrolles', organizado por La Voz

El jurado del concurso de Microcuentos No te enrolles de La Voz de Rioseco falló este fin de semana los ganadores de los meses de marzo y abril que han recaído en dos madrileños: Ignacio Rubio Arese, por su relato La Huida (mes de marzo) y en Rosa Molina López por Los ojos bizcos de la lluvia (abril). Una vez más los componentes del jurado, designado por lavozderioseco.com y que se hará público cuando finalice el concurso, lo tuvieron realmente muy complicado para elegir los finalistas de cada mes, que se enfrentarán en diciembre por el premio final, consistente en 300 euros. Se valoró especialmente las historias que se narran en menos de 200 palabras, inspiradas en la fotografía que cada mes propone La Voz; además de la originalidad y la literatura empleada. Una vez más la calidad de los concursantes volvió a ponerse de manifiesto en No te enrolles.

Mes de marzo. La huida. Ignacio Rubio Arese.
Aquel martes de noviembre el río se salió de madre. Anegó la calzada principal, las huertas, los campos aledaños. – ¡Al jaco del Venancio se lo lleva la corriente!– grita de pronto un mozo. El pueblo entero se congrega para observar la tragedia: el carro embarrancado, volteado en mitad del lodo, las bridas rotas, el arriero que lucha por sujetar al rocín… Al final, las aguas impetuosas ganan la partida y se cobran su presa de un tirón. – ¡La jodía que lo parió!, maldice Venancio al verlo alejarse. Tan solo Nadia, la niña que habla con los animales, entiende lo sucedido. Sin ser vista se escabulle del gentío, echa a correr cauce abajo, hasta dejar el pueblo tras de sí. Se detiene junto a un meandro y silba tres veces. Una explosión de burbujas anticipa la emersión. – ¿Viste con que sutileza he roído las riendas?– relincha el potrillo. – Para quitarse el sombrero– responde Nadia. Sin más se lanza a las aguas turbias y se sube a su grupa. Llevaban mucho tiempo planeando esta huida.

Ignacio Rubio Arese, de Moralzarzal (Madrid), se confesa un “adicto a resolver los retos que plantean la creación de historias” y calificó la iniciativa de “formidable”. “La fotografía de la riada, del arriero intentando liberar al caballo atascado en mitad de las aguas, fue suficiente para dar rienda suelta a mi imaginación. Era una imagen convulsa, trepidante, que podía dar lugar a muchas interpretaciones. No podía concebir que le ocurriese nada malo al animal, así que me puse a pensar en una manera interesante de sacarlo de allí. Al mismo tiempo, llevaba unos días con un personaje rondándome en la cabeza, una niña capaz de hablar con los animales. De repente todas las piezas se unieron, no me preguntéis cómo. Invito a cualquier lector a transformarse en Nadia o en el rocín, y emprender un fabuloso viaje cuando, como ellos, sienta esa necesidad…”, explicaba el ganador del concurso en el mes de marzo, quien aseguró que escribir relatos e imaginar historias “es una forma muy sugestiva de esquivar la crisis, sin deprimirme ni hacerle daño a nadie”, antes de invitar a todos los lectores de la voz a “utilizar su tiempo libre para afilar su inventiva y su lado más creativo, probablemente el más honesto de todos”.

Mes de abril. Los ojos bizcos de la lluvia. Rosa Molina López.
Pues sí, mijita, ese año fue tan seco que ardieron las zarzas, los techos de paja y la iglesia. Cuando vimos carbonizada a la virgen, caímos de rodillas a rezar, todo el pueblo. Sin duda, Dios nos había castigado. Los cóndores daban vueltas, mirándonos y nosotros asustaditos, nomás. El cura ofició una misa y le platicamos y le rogamos que fuera a la aldea de Otaitambo a encargar otra virgen al Oswaldo. Se fue con su mula, ladera arriba, valle abajo, y volvió al mes, con la virgen envueltita. No la abrimos hasta la misma semana santa. Los hombres se vistieron con sus capuchones y, cuando sacaron a la virgen a hombros, el pueblo enmudeció, ni el viento se movía, todos mirando la imagen. De pronto, rompimos a reír: ¡la virgen era bizca! La íbamos a devolver, pero al día siguiente rompió el cielo a llover y de puro agradecidos sigue en mi aldea, la virgen de los ojos juntos.

Rosa Molina López, madrileña de Tres Cantos, recibía la noticia de su premio en el concurso de Microcuentos de La Voz y no disimulaba su alegría. “para mí ha sido un honor ser seleccionada entre relatos de tanta calidad Me alegra ver que cada vez hay más gente que disfruta de esta afición y que cada vez lo hace mejor”. A pesar de nos ser de Rioseco, la ganadora del mes de abril está muy vinculada a la ciudad de los Almirantes por varias razones: “su arte variado, su increíble puerto fluvial, la gastronomía y una tía en el convento de las Clarisas, a la que vamos a visitar dos veces al año y que nos llena de besos ruidosos y golosinas. Ahora ya tengo una razón más y me alegra porque, para mí, escribir es mucho más que juntar palabras, es colocar la cabeza, ser disciplinada en las lecturas y sorprenderme a mí misma continuamente. Por eso todos los aficionados a escribir agradecemos este tipo de iniciativas y concursos, porque nos da una excusa para coger a las palabras por las solapas, sacudirlas y colocarlas en una historia. Escribir nos expone ante nosotros mismos y ¿hay algo mejor?”. Explicó. A pesar de alzarse con el galardón del mes de abril, Rosa Molina aseguró que seguirá presentándose cada mes al certamen.

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