Desde el corazón de la Amazonia hasta Rioseco

La Escuela de Música de San Ignacio de Moxos ofrece un extraordinario concierto en el que la tradición y los ritos ancestrales se mezclaron con la música barroca

Miguel García. Foto: Fernando Fradejas

Las luces se apagan. Los ruidos de una lejana selva rompen el silencio. En la oscuridad, se vislumbran varias siluetas humanas. Suena una delicada música que evoca otros tiempos y otros lugares. Es el inicio del extraordinario y sorprendente concierto que ayer ofreció la Escuela de Música de San Ignacio de Moxos, que en su cuarta gira por Europa, llegó al Teatro Principal de Medina de Rioseco.

Una vez más, los jóvenes nativos de la selva amazónica boliviana llevaron a cabo un sensacional espectáculo en el se resumió toda la gama del mestizaje que se produjo entre la música importada del Viejo Continente por los Misioneros Jesuitas y las expresiones nativas, con amplio despliegue coreográfico, incluyendo danzas que en Moxos son consustanciales a la música.

El valisoletano Carlos Villa, quien se ha encargado, junto con la Compañía de Jesús en la provincia, de mover los hilos para traer a Valladolid y Medina de Rioseco a esta agrupación musical a la que conoció hace ya varios años durante su estancia en América, fue el encargado de presentar el concierto que calificó como único.

El que es considerado como el mejor coro orquesta de América del Sur, compuesto por una veintena de jóvenes con edades comprendidas entre los 16 y los 26 años, estará de gira por Europa hasta el 29 de noviembre llevando a cabo alrededor de 40 representaciones en Francia, España, Luxemburgo, Holanda, Alemania, Suiza e Italia, siendo el concierto final en Barcelona.

Una gira que servirá también para la recaudación de fondos que, través de la venta de los CD de su música, se destinarán a la educación musical y formativa de los indígenas de la selva amazónica boliviana a través de este bello proyecto detrás del que está la ONG irundarra Taupadak. Esta entidad inició su labor de cooperación en el 1996, fruto de su estrecha relación con Manuel Egiguren, obispo auxiliar del Vicariato del Beni. Aquellos lazos dieron sus frutos con un programa de titulación de tierras que aún se mantiene vigente. Posteriormente, su labor se amplió a aspectos educativos y de rescate cultural, surgiendo de todo ello su apuesta por impulsar la Escuela de Música de San Ignacio de Moxos, localidad a la que se considera como la conciencia indígena de América latina.

Un esperanzador proyecto que no solo enseña el arte musical y la interpretación de instrumentos, sino que también sirve para formar a decenas de niños de Bolivia y favorecer su inserción laboral a través de cursos específicos de Formación Profesional.

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