De Rioseco al Caribe para ayudar a los que más lo necesitan

El sacerdote Luis Miguel González, párroco en Medina de Rioseco durante tres años, relata cómo es su nueva vida de misionero en República Dominicana

R.M.L/J.A.G.

Luis Miguel González decidió cambiar hace ya algunos meses Medina de Rioseco por la República Dominicana. Este paraíso vacacional esconde tras el lujo de hoteles y playas turquesas otra realidad muy diferente: el de la pobreza, a veces extrema. Por eso, Luismi, el que fue durante tres años sacerdote en Rioseco, decidió consagrar su vida los más necesitados. El 25 de mayo de 2010 aterrizaba en la isla y se ponía manos a la obra. Hoy en día es feliz con su ayuda a los más pobres, en la región suroeste de República Dominicana, fronteriza con el país más pobre del mundo, Haití. Ahora pasa unos días en España, pero regresará de nuevo a la que se ha convertido en su casa a principios de agosto. Ayer, quiso volverse a encontrar con sus antiguos feligreses riosecanos y tras celebrar una eucaristía, ofreció una pequeña charla, ayudado de fotografías, en la que contó sus vivencias, historias, anécdotas y experiencias, a menudo, muy duras y desgranó cómo es su vida en Fundación, un pequeño pueblo perdido en el Caribe.

Pregunta. – ¿Cuándo tomó la decisión de irse como misionero?
Respuesta.-
La decisión de ir a un país de misión ya la había tomado tiempo atrás, era una inquietud que tenía pero que necesitaba contrastar con otras personas que hubieran vivido la experiencia, para discernir si era una mera ilusión, algo sin mucho sentido, o si de verdad yo podía cumplir alguna labor allí. Eso me llevo aproximadamente seis meses, pero viene pautado y programado dentro de un curso de preparación que lleva a cabo el instituto, al que yo estoy vinculado, el Instituto Español de Misiones Extranjeras.

P.- ¿Por qué eligió como destino República Dominicana?
R.- Pedí a la dirección, la cual tiene una panorámica más grande de la misión a nivel mundial ya que tiene sacerdotes diocesanos en misiones en tres continentes, Asia, Africa y Latinoamérica y el Caribe, que me aconsejara cuál de los grupos pueden tener más necesidad y en cuál me podría adaptar mejor, teniendo en cuenta mi condicionamiento, una atadura familiar grande, ya que mi familia no estaba, ni está aún, muy animosa con la idea de que me marchara. Por este motivo mi decisión fue la de irme sólo para unos años. De otro modo, me hubiera puesto con más disponibilidad y tal vez mi destino hubiera pasado por aprender otras lenguas y haber ido a África o Asia, que son otros de los países donde estamos presentes.

P.- ¿Cómo es la situación que vive la zona en la que está?
R.- Yo incluiría a la República Dominicana como uno de los países en vías de desarrollo, pero le falta mucho para entrar decididamente en el desarrollo. En primer lugar, porque es un país con una gran deuda, con un PIB muy bajo y, en la gestión política, la corrupción es muy grande prácticamente en todos los estamentos. Como sucede en otros países de Sudamérica, la macroeconomía avanza pero no se refleja  en los hogares  porque el índice de paro es muy alto y la impunidad legal es muy grande, lo que le ha convertido en un terreno estupendo para que avance el narcotráfico, la violencia y la inseguridad, aunque si lo comparamos con el país vecino, Haití, se puede decir que es un paraíso.

P.- ¿Qué es lo que más le ha sorprendido? ¿quizá la alegría con la que viven sus gentes a pesar de la pobreza?
Sí, exactamente, esa es una de las cosas que más me ha gustado. Y otra, la naturalidad con la que se toman tantas incomodidades, como por ejemplo los apagones de luz, pues todos los días pueden llegar a doce horas de corte eléctrico de manera impredecible; la falta de abastecimiento de agua en algunos lugares  y una cierta inseguridad en muchos puntos del país mucho debida a la facilidad para obtener armas. Aun así es una población alegre, festiva y bastante acogedora, especialmente con los sacerdotes y también con los españoles

P.- ¿Cómo es el día a día de la gente?
R. -Tengo la sensación de que dejan pasar el tiempo. Primero por la dureza de un clima que te aplana y segundo porque no tienen mucho que hacer ya que no tienen trabajo. Se dedican a beber, a jugar a uno de los deportes naciones junto a beisbol, el dominó, y a hablar. Tienen una gran relación familiar, sobre todo en las zonas más rurales, como en la que yo me muevo. Viven, como se dice aquí, de chiripa. Se buscan cualquier trabajo o apaño con el que puedan ganar unos pocos pesos y con eso que ganan, que es la chiripa sobreviven felices, por eso les llaman chiriperos.

P. – ¿Y su día a día personal, cómo es?
R.- Por la mañana si tengo un poquito de tiempo me pongo a leer, aunque normalmente vienen a llamarme para solicitarme ayuda. Allí se come muy pronto así que por la tarde temprano salgo a visitar por las comunidades, conociendo a sus gentes, animándoles, leyendo la palabra con ellos, escuchándoles y si es una comunidad que tiene más andadura celebro la eucaristía, pero eso ocurre pocas veces. Los lunes, a no ser que haya algo urgente, los tomamos de descanso o encuentro entre los sacerdotes españoles. Ahora mismo somos tres a los cuales se ha unido un cuarto que ha venido de Colombia.

P.- ¿Cuál es su objetivo principal?
R.- Conocer a fondo los núcleos de población que están a mi cargo, tratar de irme ubicando sorteando las tensiones que existen con otras iglesias evangélicas que son muchas y están muy latentes e ir dando pasos en la formación de cristianos con pequeños itinerarios de preparación, que desembocarían en la formación de grupos o pequeñas comunidades. Yo me incorporé a un plan de nación hace tres años que es la misión de evangelización continental para toda América, a raíz de la última asamblea de la conferencia de obispos Latinoamérica que tuvo lugar en Brasil.

P.- ¿Qué es lo que más necesitan?
R.- Recursos económicos para la educación. Ojalá tuvieran la oportunidad de tener un patrón de conducta diferente, es muy difícil y más en el Caribe establecer algo riguroso en cuanto a la educación, pero creo que es una de sus mayores debilidades, al igual que cuidar mejor a las familias, aunque las tienen mucho cariño, deberían controlar el número de hijos para que estos puedan tener un seguimiento y una educación adecuados. Por ejemplo, que una niña con catorce años sea madre y todo el mundo lo vea normal, creo que es algo que tiene que cambiar. Poco a a poco va cambiando, e incluso hay madres con hijos que se fuerzan en ir a la Universidad, haciendo un esfuerzo grandísimo de tiempo y económico para poder salir adelante.

P.- ¿Cómo se puede ayudar?
R.- La Agencia de Cooperación Española está asumiendo algunos proyectos muy buenos dentro del desarrollo de la agricultura, ya que es un país que apenas tiene industria; en el ámbito de la educación y en proyectos que tratan de ayudar al sistema penitenciario dominicano. Por tanto creo que se debería incrementar la ayuda siguiendo la línea en la que se está haciendo.

P.- ¿Qué es lo que más echa de menos de España?
R.- Lo primero que echas de menos es la comida, a veces un poco de este fresquito y, por supuesto,  la familia. Allí hay gente que te acoge y se convierte en tu otra familia, pero no es tu familia de sangre a la que recuerdas cada día. También añoro las costumbres de España, aunque reconozco que yo que era gran aficionado al futbol, ahora mínimamente me preocupa.

P. ¿Y de Medina de Rioseco?
R.- De Rioseco, el sabor de la castellanía antigua, la solera, la belleza de sus iglesias que son catedrales. Cuando estás viendo tanta pobreza este baño de belleza artística sirve de contrapeso y, por supuesto, a personas y rostros concretos a los que tienes cariño y sabes que están al otro lado preguntándose cómo te va.

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