Cruz de altar franciscana


Fotos: Fernando Fradejas

Finales del siglo XVI-principios del XVII
Madera, nácar y tinta negra
Colección particular

Se trata de una pieza de altar de placas de nácar grabadas e impregnadas de pigmento negro. Estas cruces se fabricaban bajo el control de los santuarios franciscanos de los Santos Lugares para su entrega a los peregrinos o su envío a los conventos e iglesias europeas, por lo que frecuentemente aparecen en los conventos de las distintas ramas de la orden. En este sentido se conserva una en el convento de Clarisas riosecano, también de madera recubierta con placas de nácar decoradas.

Enmarcado por una cenefa de motivos geométricos, en el centro de la cruz aparece Cristo Crucificado, de tres clavos y cubierto con paño de pureza anudado a la cadera cayendo por el lado izquierdo. En la parte superior de la Cruz aparece representado el Espíritu Santo, y en los extremos de los brazos laterales el escudo de la Ordena Franciscana y la Cruz de Jerusalén. Parte de la decoración de la cruz y del basamento se basa en la técnica de la taracea con nácar.

Debajo de Cristo aparece la Virgen con una sola espada que le atraviesa el pecho, haciendo alusión a la profecía de Simeón que el día de la Presentación de Jesús en el Templo, le anuncia a la Virgen que una espada de dolor le atravesará el alma. En el siglo XV se pasa de una espada a siete, correspondiendo con los siete dolores que la Virgen sufre por su hijo. En el basamento, dentro de un óvalo, aparece el escudo franciscano.

La Cruz de Jerusalén surgió como escudo de armas del reino de Jerusalén (1098) cuando la Primera Cruzada capturó la ciudad santa y eligió a Godofredo de Bouillon, duque de la Baja Lorena, como rey de Jerusalén. Es una cruz grande central con cuatro cruces griegas, una entre cada brazo de la mayor. Un total de cinco cruces representa las cinco llagas de Jesucristo al ser crucificado: dos en las manos, dos en los pies y una en el costado. También se considera que la Cruz grande simboliza a Jesucristo y las cuatro pequeñas a los cuatro evangelios proclamados en las cuatro esquinas de la tierra, comenzando en Jerusalén.

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