A Isabel Presa
El llamado Informe Pisa (informe del programa internacional para la evaluación de estudiantes) llevado a cabo por la OCDE cada tres años analiza el rendimiento de estudiantes de los países miembros. En el último informe publicado (2009) se pone de manifiesto que los escolares españoles están por debajo de la media en comprensión lectora, y en el tiempo de ocio dedicado a la lectura. Tendencia que ha ido en aumento desde el informe del año 2000. Reiteradas campañas y promociones para el fomento de la lectura -con creaciones tan originales y costosas como la Villa del Libro en Urueña- no producen el efecto deseado. Todo juega en su contra. Las múltiples opciones de ocio tecnológico para niños y adolescentes (cantera de lectores adultos estables) son un rival demasiado poderoso, y, en cuanto a la lectura se refiere, una alternativa deficiente.
Son muchos los que opinan que la opción lectora vía Internet no puede suplir la del libro tradicional. A abundar en ello viene el último libro de Mario Vargas Llosa La civilización del espectáculo. En uno de sus capítulos analiza las conclusiones -preocupantes y sumamente pesimistas- a las que ha llegado Nicholas Carr sobre el empobrecimiento que supone ese salto del papel a la pantalla.

Hace también referencia Vargas Llosa a las conclusiones que un erudito estudioso de los efectos de Internet en nuestro cerebro y en nuestras costumbres -Van Nimwegen- dedujo luego de uno de sus experimentos: que confiar a los ordenadores la solución de todos los problemas cognitivos reduce la capacidad de nuestros cerebros para construir estructuras estables de conocimiento. En otras palabras: cuanto más inteligente sea nuestro ordenador, más tontos seremos.
Bienvenida sea pues la iniciativa del Club de lectura García Escobar. En su inauguración pasamos un buen rato escuchando a Gustavo Martín Garzo, toda una incitación a la lectura, y a alguna sagaz lectora. Tal vez el Club consiga engrosar modestamente las huestes de numantinos que aguanten con un libro en la mano el irresistible tsunami de la Red y la civilización del espectáculo. Aunque, probablemente, la suerte esté irremediablemente echada, por muchas campañas y promociones que se hagan desde las instituciones.
José Jiménez Lozano (qué gran pregonero sería de nuestra Semana Santa) con su lucidez e ironía habituales dice: (…) “Así que los libros, en el supuesto de que quieran atraer a la gente, tendrán que dejar de ser libros, como los periódicos que han dejado de ser periódicos, una imagen vale más que mil palabras y cien mil ideas, por lo visto. Porque, sencillamente, en esta civilización no se necesita leer, o de leer, serán escritos de media idea cada dos páginas. Aunque subsistirá naturalmente la pequeña subcultura de los lectores verdaderos, que desde luego no necesitan la industria cultural para nada”.
El fenómeno no es sólo español. Hace varios años Philp Roth, último premio Príncipe de Asturias de las letras, escandalizó a muchos al declarar que en Estados Unidos la buena literatura apenas contaba con 25.000 lectores.
O sea, aquí y allá, numantinos de la galaxia Gutenberg.
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