A los profesionales del Derecho nos preguntan de vez en cuando, con curiosidad y sorpresa, por el significado y alcance de esas condenas privativas de libertad en las que a unos determinados años se le añade “y un día”. No es momento de entrar en doctrina penal. Pero si aclarar que cuando la posible condena a imponer a un acusado rebasa los cinco años, la competencia para el enjuiciamiento de esos delitos pasa de los juzgados unipersonales a las Audiencias. A un tribunal integrado por tres magistrados. Con ello el legislador viene a significar que más de cinco años de condena es una pena de duración lo suficientemente importante como para que sean seis ojos y seis oídos, y no solo dos, los que en juicio valoren la culpabilidad o inocencia del acusado. Es decir, que estamos hablando de una cifra que empieza a ser -para el derecho penal- palabras mayores.
La psicología infantil mantiene que los niños, a esa edad, se encuentran en el momento de máximo desarrollo del lenguaje, y el vocabulario que utilizan tiende a multiplicarse a una velocidad mucho mayor que hasta entonces.
Cinco años han de tener los toros bravos para alcanzar las hechuras y trapío exigidos en plazas de primera categoría.
Cinco años y un día cumple hoy este digital. No es fecha para dejarla pasar en silencio.

Que el periódico está hecho con profesionalidad puede comprobarlo quien asiduamente lo abra en su pantalla. Es anecdótico, pero a la vez significativo, que su mérito haya sido ya reconocido por algunos jurados.
Lo cierto es que desde su aparición nos llegan noticias, comentarios, datos contrastados, con la seguridad de su certeza, para tener conocimiento cabal de la actualidad. Nunca antes, lectores de aquí y de fuera, habían estado tan al día de la información local, con lo que ello supone para un mejor conocimiento de nosotros mismos y proyección al exterior. Como efecto colateral, dejó de tener interés “radio macuto”, de donde a veces nos llegaban informaciones sorprendentes. Hace años, una persona que pasaba por bien informada comentó que en el Centro de Salud había una estadística aterradora: el 15 por ciento de la población era alcohólica. No existía tal estadística.

Ortega (un faro y referente en la historia del periodismo español) escribió que toda creación es aristocrática, pero que en nuestro tiempo es menester ser aristócrata en la plazuela y que la plazuela es el diario. En la plazuela de Lavoz adquieren protagonismo y reconocimiento todos aquellos que en cualquier actividad han realizado algo meritorio, dicho algo de interés, “aristocratizándolos” en cierto modo. Democratizando la información, de la que todos son protagonistas y receptores. Tal vez contribuyendo a una mayor autoestima general.
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