Benito Escarda, el casteller riosecano

Pertenece desde hace nueve años a la colla de Altafulla en Tarragona
El riosecano se ha enganchado a la tradición catalana de formar castillos humanos

J.A. Gallego. Fotos: Colla de Altafulla

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benito2Benito Escarda se siente riosecano por los cuatro costados
;  a pesar de que más de 700 kilómetros le separan de su Rioseco natal. Desde hace 11 años vive-junto a su mujer y su hijo- en la localidad tarraconense de Roda de Bará, allí ejerce su profesión como Guardia Civil. No olvida sus orígenes y se escapa a su pueblo cada vez que el trabajo se lo permite, especialmente en Semana Santa para procesionar junto a su Cristo de la Paz.

Pero Benito también se ha dejado conquistar por las costumbres ancestrales de la que es su tierra de adopción. Desde hace nueve años es casteller en la Colla de Altafulla, una localidad de la costa de Tarragona muy cercana al municipio donde reside. Por casualidad, en 2006, visitó junto a su mujer Chus uno de los ensayos semanales y ambos se engancharon a esta tradicional actividad, tan espectacular como vistosa que consiste en formar torres humanas y que está declarado Patrimonio Cultural Inmaterial

La colla es una especie de agrupación, en este caso compuesta por unas 80 personas, que se dedican a formar los tradicionales castillos y otras estructuras”, apunta el riosecano, quien explica pormenorizadamente todo lo que rodea al mundo castellers. “Los castillos se suelen nombrar por el número de personas que forman el tronco y el número de pisos. Así podemos tener un cinco de siete, esto es cinco personas en cada planta y siete alturas en total”, explica Benito Escarda, quien no se olvida de los pilares: “que son torres de una sola persona”.

benito4Sujetando toda esta ingeniería humana del desafío al equilibrio se sitúa “la piña”, una maraña de personas que bien puede superar los cuarenta y que aportan solidez desde la base a la fragilidad de los castillos. Rematando la obra, el Pom de dalt, donde se sitúan dos niños que obligatoriamente tienen que llevar casco. “Son el acotxador y el enxaneta. Cuando el castillo está cargado, es decir construido en su totalidad, el niño levanta la mano y la estructura se considera finalizada”, aunque aún quedará la nada fácil maniobra de deshacer la torre humana, evitando el desplome. Si todo sale bien, los aplausos, los abrazos y la euforia se apodera de los castellers.

“El ambiente en la colla es muy bueno, es como una gran familia. Lo bonito de los castillos es que hay cabida para todas las personas, sin importar la edad o la procedencia. Un joven, un niño, una persona mayor… todos tienen su papel, es muy bonito ver a una persona de 70 años aportando su granito de arena en la base del castillo”, explica el casteller riosecano. Y como no solo de castillos viven, en la colla es habitual celebrar actividades para toda la familia: “acampadas, cenas, barbacoas, talleres para los niños, vermús y en Carnaval, una carroza muy elaborada”.

Los ensayos suelen producirse dos veces por semana durante la temporada que se prolonga desde marzo hasta noviembre, donde las actuaciones en las fiestas de los pueblos son constantes. “Tenemos un local de ensayo, provista de un red para evitar caídas, donde vamos probando las diferentes estructuras”.

Es día de actuación. La alegría y los nervios se dejan notar en los rostros de experimentados y novatos castellers. Agarran con los dientes los picos del cuello de la camisa para evitar rozaduras y tropiezos de los que van trepando los diferentes pisos. “Las poblaciones suelen contratar tres collas diferentes que realizan tres estructuras de forma alternativa, para finalizar con un pilar. Se suele celebrar durante las fiestas patronales en las plazas de las localidades y se acompaña de música tradicional de dulzaina y tambor”, relata Benito, al tiempo de acreditar con fotografías que muestra en su teléfono móvil cada explicación.

benito1El riosecano está fuerte. Su complexión física hace que ocupe la primera planta del castillo. Allí recibe gran parte del peso que reparte toda la estructura. En ocasiones hasta 170 kilos que caen directamente sobre sus hombros. A pesar de ello “es importante es la concentración y la técnica, que la fuerza”, asegura.

“Hay que procurar que los movimientos desequilibrantes que llegan desde arriba los absorbas en tu cadera para no transmitirlos a las plantas de abajo” (lo explica gráficamente, con un movimiento oscilante de hombros que se frena en la cintura y no transmite a sus rodillas, es la verticalidad). De lo contrario, la estructura puede venirse abajo como un castillo de naipes y los momentos de peligro y tensión se suceden, a veces, también las lesiones.

Viste pantalón blanco, faja y camisa identificativa de cada colla, y aclara que los miembros de su agrupación no cobran. Lo que recaudan de cada actuación se dedica a sufragar los gastos generados. Aunque aún restan un par de meses para que comiencen los primeros castells, Benito ya se aprieta la faja. Para eso, o quizá también para llevar un contrapalo del Cristo de la Paz. Y es que fuerza, concentración y técnica, también se conjugan en la maniobra por la cual el majestuoso crucificado sale cada Viernes Santo desde la iglesia de Santa María.

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