Al mal tiempo, buenas fotos


Teresa Casquete Rodríguez. Historiadora del Arte

Esta Semana Santa pasada por agua nos ha dejado multitud de anécdotas para los anales. Los historiadores del futuro encontrarán una importante mina de datos para sus investigaciones, en los libros de actas de las distintas cofradías. De igual manera que los profesionales de hoy nos deleitamos hurgando en las memorias plasmadas sobre papel por nuestros antepasados.

Gracias a ellas conocemos, por ejemplo, que la lluvia no es una desconocida de nuestras procesiones. En 1877 el mal tiempo obligó a suspender la Procesión de la Pasión, que tenía lugar en la mañana del Viernes Santo, pero los pasos se trasladaron por la tarde de aquel día hasta Santa María y unidos a los que de allí salían tradicionalmente, formaron ese año un extraordinario cortejo en la Procesión de la Soledad.

Algo parecido sucedió dos años después. La Procesión del Mandato del Jueves Santo de 1879 se vio interrumpida por un aguacero cerca de Santa Cruz. Los gremios optaron por resguardar sus imágenes sagradas en este templo, y allí permanecieron expuestas hasta el día siguiente. Ya de mañana, junto a los pasos de este templo, retomaron su recorrido tradicional, abandonando la procesión al llegar a la iglesia de Santiago, de donde habían salido la tarde anterior.   

Los aficionados a la fotografía también le han puesto buena cara al mal tiempo y han sido muchos los retratistas que se han acercado al templo del Apóstol para inmortalizar su interior. La excelsa imagen de La Dolorosa ante el altar mayor o el resto de los pasos ubicados en lugares distintos a los tradicionales era algo inédito para los jóvenes, pero no para los de más edad. Éstos recuerdan con perfecta claridad como sus pasos se colocaban en lugar tan preferencial para asistir a las celebraciones litúrgicas en su honor (triduos, novenas, quinarios, etc).

Acompañamos este artículo con un par de fotografías de los años 30 del siglo pasado. La primera por desgracia de escasa calidad, con el Nazareno de Santiago ante el altar mayor, preparado para su triduo y con unas andas de menores dimensiones que las actuales. La segunda, de mayor nitidez, del mismo conjunto procesional ante la cancela de la puerta sur. Esta instantánea llama poderosamente la atención porque puede apreciarse el aspecto que tenía la escultura de Cristo antes de su radical “restauración”. La figura sagrada aparece sin la peana actual, que se colocó para igualar en altura a los dos sayones y cargado con una pequeña cruz que lucía cuando se exponía en su altar correspondiente. Todavía presenta su policromía original y algunas faltas de volumen, con la pérdida de varios dedos en la mano izquierda.

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