
Gracias a ellas conocemos, por ejemplo, que la lluvia no es una desconocida de nuestras procesiones. En 1877 el mal tiempo obligó a suspender la Procesión de la Pasión, que tenía lugar en la mañana del Viernes Santo, pero los pasos se trasladaron por la tarde de aquel día hasta Santa María y unidos a los que de allí salían tradicionalmente, formaron ese año un extraordinario cortejo en la Procesión de la Soledad.

Los aficionados a la fotografía también le han puesto buena cara al mal tiempo y han sido muchos los retratistas que se han acercado al templo del Apóstol para inmortalizar su interior. La excelsa imagen de La Dolorosa ante el altar mayor o el resto de los pasos ubicados en lugares distintos a los tradicionales era algo inédito para los jóvenes, pero no para los de más edad. Éstos recuerdan con perfecta claridad como sus pasos se colocaban en lugar tan preferencial para asistir a las celebraciones litúrgicas en su honor (triduos, novenas, quinarios, etc).
Acompañamos este artículo con un par de fotografías de los años 30 del siglo pasado. La primera por desgracia de escasa calidad, con el Nazareno de Santiago ante el altar mayor, preparado para su triduo y con unas andas de menores dimensiones que las actuales. La segunda, de mayor nitidez, del mismo conjunto procesional ante la cancela de la puerta sur. Esta instantánea llama poderosamente la atención porque puede apreciarse el aspecto que tenía la escultura de Cristo antes de su radical “restauración”. La figura sagrada aparece sin la peana actual, que se colocó para igualar en altura a los dos sayones y cargado con una pequeña cruz que lucía cuando se exponía en su altar correspondiente. Todavía presenta su policromía original y algunas faltas de volumen, con la pérdida de varios dedos en la mano izquierda.
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