
Es tal vez desde ese arraigo y conciencia compartida que late inconsciente, callada, en el cofrade anónimo, desde el que las directivas de El Descendimiento y La Flagelación han decidido exteriorizar esa vivencia –que enorgullece a todos- impulsando la celebración de sus respectivos aniversarios; asumiendo con ello el riesgo que el buen fin de los proyectos conllevaba y la crítica ante unas celebraciones no exentas de cierta heterodoxia. El esfuerzo -particularmente en El Descendimiento- ha sido generoso y encomiable. Merecidamente, ha encontrado respuesta más allá del ámbito de sus cofrades. La Semana Santa, aún fuera de calendario, ha vuelto a ser un abrigo, un lugar de encuentro, donde buscar cobijo y coincidencia en una ilusión común; un aglutinante popular. Mirando también hacía el futuro con la participación protagonista de los niños, desde el recuerdo emocionado a sus difuntos.
Mientras alrededor sigue la zozobra por la crisis económica y la confusión política, se tiene la certeza de que con más o menos prosperidad, con monarquía o república, cada primavera habrá un voto tácito, mayoritario, sobre la continuidad de algo tan entrañado en el pueblo, sin necesidad de referéndum.
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